
El suicidio es una palabra que no se pronuncia en voz alta. Más bien se esconde en comentarios al oído, cuchicheada con morbo o, en el mejor de los casos, con compasión: ¿te has enterado?, Marcos ha intentado matarse, sí, por una ventana, ¿con pastillas?, no, ni idea, pero qué loco, qué idiota, pobrecillo. No se habla de ello porque querer matarse es un tabú. Nuestra querida cultura occidental, impregnada de catolicismo, nos ha enseñado a verlo como un pecado, un acto ignominioso que hay que esconder de la vista de los demás, un oprobio, una vergüenza. Las causas son lo de menos. Matarse es propio de pecadores, locos, egoístas, egocéntricos, caprichosos. Y nadie quiere tener a un suicida cerca.
Si el suicidio es un tema tabú, el suicidio adolescente lo es todavía más. A los dieciséis años, uno sigue siendo un niño a los ojos de sus padres. Y aunque las estadísticas digan que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los adolescentes, todo el mundo sabe que los niños no se suicidan. ¿Cómo podrían hacerlo? ¿Y por qué, por Dios, por qué lo harían?
Para vengarse. "De mis padres, por exigirme; de mis compañeros, por putearme; de mis profesores, por fingir que no se enteraban". Son menores de edad, pero no se lo están inventando. Toda esa vida trágica y ese dolor infinito son reales. Tan reales como los insultos, los menosprecios, las palizas, la identidad sexual incomprendida, despreciada y ridiculizada. Tan reales como la necesidad de cariño ignorada, como la rabia que produce desear algo, algo pequeño y sencillo que todo el mundo toca, y saber que siempre estará fuera de tu alcance.
Esta obra de teatro de Fernando J López se estrenó en enero de 2017. Sus cuatro personajes adolescentes se inspiran en jóvenes que el autor ha conocido en las aulas, en el hospital y en las redes sociales. Alumnos, pacientes y lectores de sus novelas "que necesitan que la cultura los convierta, de una vez, en protagonistas". A través de sus palabras, ellos han reunido el valor de decirles a todos los que les despreciaron o ignoraron o pensaron que no era para tanto: he intentado matarme. Y al oírse, han entendido que no ocurrió. Que siguen aquí porque han conseguido ser más fuertes que ellos.
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