jueves, 16 de marzo de 2023

ELANTRIS

Cada vez que leo literatura fantástica rejuvenezco. Es una sensación adictiva. No me extraña la gente que no lee otra cosa. Debe de ser alucinante vivir siempre en esa especie de burbuja medio adolescente hecha de emociones fuertes, mundos imposibles y magia por todos lados. Siempre que termino un libro como este tochazo de Sanderson (casi ochocientas páginas, menos mal que es autoconclusivo) pienso que quiero más, que el mes que viene me ventilo otro, que quiero sentir más a menudo esta sensación de inconsciencia y adrenalina. Pero luego vuelvo a mi mundo adulto de dramas complejos pegados a la realidad, y las historias crudas y ambiguas pinchan con precisión quirúrgica cualquier burbuja de fantasía. Y así tiene que ser. Así es como quiero que sea. Pero siempre procuro recordar la promesa de la burbuja. Cada vez que el exceso de realidad mate la diversión infantil y amenace con volverme demasiado activista de los libros combativos, mantendré ese refugio siempre a mano. El refugio de la magia, los mundos imposibles y la imaginación pura para salvarme de la cruda realidad. 

Aunque una voz respondona en mi cabeza contraataca: ¿de verdad está la literatura fantástica tan alejada de esa realidad tuya "ambigua y cruda"? ¿De verdad es una burbuja? Mira esta frase: "El primer paso para hacerse con el control de una nación es sencillo: busca a alguien a quien odiar". O esta otra, un poco más allá: "El odio puede unir a la gente más rápida y más fervientemente que la devoción". Podrían salir perfectamente de un ensayo sobre política contemporánea, pero sale de aquí, de eso que llamas burbuja y se titula Elantris y, como tú dices, te rejuvenece. 

Y es que es verdad. La fantasía no está hecha solo de mundos imposibles, sino que a veces, a menudo, casi siempre, se construye sobre modelos de este mundo en el que todos vivimos. Cuando se trata de señalar un enemigo para que la gente canalice su frustración hacia un colectivo minoritario y deje de reclamar sus derechos y amenazar los privilegios de una casta rica, estamos hablando de los desgraciados habitantes de la ciudad maldita de Elantris y, a la vez, de cualquier país en el mundo asediado por políticas nacionalistas y neoliberales que fomentan la desigualdad. 

Pero este libro, a pesar de los ejemplos que acabo de poner, no es solo un libro sobre política. Su tono es jocoso, a veces abiertamente juvenil, aunque sea una novela sin adolescentes. Y sí, hay política, pero también conspiraciones, intrigas y pugna de religiones en conflicto. A diferencia de tantas novelas de fantasía o de aventuras, no hay ningún viaje redentor de un héroe caído en desgracia, no hay traumas terribles, y tiene la dosis justa de guerra para que siga siendo fantasía épica. Es, sorprendentemente, una novela luminosa que ensalza la bondad y la fuerza de voluntad para hacer frente a lo desconocido. 

Es la historia de un hombre decente, sin un pasado convulso, inmerso en una situación espantosa y empeñado en reconstruir una sociedad maldita. De una mujer ingeniosa y temeraria que se niega a dejarse definir por los papeles tradicionales de género que le impone su mundo. Y de un sacerdote con una misión trascendental inmerso en una crisis de fe que lo puede cambiar todo. Y tiene magia, mucha magia, aunque resida más en antiguos libros polvorientos que en la práctica, una magia, como dice Sanderson en el epílogo, inspirada de una forma fascinante en la interacción de la fonética de los idiomas chino y coreano con sus formas escritas. 

Y creo que es eso, la literatura fantástica me fascina. Ejerce en mí la fascinación que provocan los cuentos infantiles en los niños. Esa fascinación de leer con los ojos muy abiertos y decir por dentro ¡hala, hala! con cada maravilla y quedarte absorto y embobado y pasar páginas sin darte cuenta de la hora, esa fascinación que a medida que crecemos vamos perdiendo a costa de una cierta comprensión desencantada del mundo, y que me parece tan imprescindible preservar. Así que sí: el mes que viene, otro tochazo de fantasía. Este mundo tan poco luminoso necesita todo el encanto y la fascinación y la magia que le podamos insuflar. 



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