lunes, 6 de marzo de 2023

CARTAS A LAS MUJERES DE ESPAÑA

María Lejárraga se casó con Gregorio Martínez Sierra en 1900 y juntos formaron una alianza literaria que tuvo un éxito enorme en las décadas siguientes. Bajo el nombre de su marido, María publicó novelas, poesía, ensayos, cuentos y obras teatrales de gran repercusión, mantuvo una relación muy estrecha y prolífica con músicos como Falla y Turina o poetas como Juan Ramón Jiménez, fue diputada en la Segunda República, sufrió las penurias del exilio en Francia y pasó las últimas décadas de su vida en México y Argentina. Publicar bajo el nombre de su marido fue al principio una estrategia para que sus obras tuvieran mayor difusión. Y el objetivo se cumplió. Aunque el precio que luego tuvo que pagar fue el ostracismo y el olvido: nunca se le reconoció la autoría material de sus obras. 

Una de las constantes de la obra y de la vida de María Lejárraga fue su feminismo militante, tanto en sus obras literarias como en su carrera política. Y en estas Cartas a las mujeres de España, publicadas primero en prensa de manera periódica y reunidas después en forma de libro en 1916, siempre bajo el nombre de Gregorio Martínez Sierra, condensó sus ideas sobre qué deberían hacer las mujeres para liberarse del yugo patriarcal y vivir vidas plenas, autónomas y felices. 

1916. Hay que ponerse en esa fecha para entender algunas cosas. Algunas cosas que hoy en día me parecen superadas por el feminismo actual, principalmente el tema de la religión como marco mental de todo pensamiento y la idea de que basta con la actitud y el esfuerzo para conseguir los propósitos. Pero en estas cartas hay tantísimas cosas vigentes un siglo después que a veces da hasta escalofríos pensar en lo modernísima que era la mente de María Lejárraga, lo increíblemente lúcida y universal que era su forma de entender la vida, la libertad, la igualdad y la dignidad. 

Y es que Lejárraga escribe en 1916 sobre personas que conozco en 2023. Por ejemplo, cuando dirige sus cartas a las mujeres de España, y no a los hombres, porque la resistencia a la igualdad no solo viene de los que se benefician explícitamente de su privilegio, sino también, tristemente, de las que sufren y reproducen y reivindican la servidumbre de su sumisión. La resistencia al feminismo anida en las familias, porque es en las dinámicas familiares (en el reparto de tareas domésticas y en los roles de género) donde más viva está la tradición de la desigualdad. 

Desde 1916, María Lejárraga habla a mujeres que conozco en 2023 cuando declara la necesidad de ampliar todos los días la cultura a través de la curiosidad. La necesidad de entender la cultura como fuente de placer y de conocimiento, como satisfacción y ambición femenina por saber y viajar y descubrir y no ponerse límites. La necesidad de aprender a percibir la belleza y compartirla, de preservar el contacto con la naturaleza frente a la deshumanización del asfalto y luchar por ciudades en las que tengamos árboles, plantas y pájaros que convivan con nosotros. 

Desde 1916, habla a mujeres que conozco en 2023 cuando ensalza la vitalidad y la alegría. La energía para vivir la vida sin miedo y en libertad. Sin renunciar a nada por culpa de ninguna tradición. Frente al placer místico de la renuncia, frente el conformismo y la resignación de las que viven sin explorar nunca lo desconocido y sin apasionamiento, frente a las vidas regidas por las apariencias, por la preocupación constante por lo que los demás puedan pensar, frente a las vidas angustiadas por mil y un peligros imaginarios que hacen un gran problema de cada pequeña contrariedad, María Lejárraga apuesta por una vida ilusionada e interesada por todo, que no encuentra nunca tiempo para hacer todo lo que desea, con el horizonte de sus deseos siempre alto y generoso para que en él quepan todas las metas. 

Desde 1916, habla a mujeres que conozco en 2023 cuando pide más alegría y menos sacrificio, más ligereza y menos preocupación, más espontaneidad y menos miedo, más generosidad y menos cálculo, más risas y menos cautelas, más improvisación y menos prevenciones. También cuando habla de mujeres que sufren por encontrar cosas que hacer para rellenar todas las horas del día, más allá de limpiar y recoger, y pasan el tiempo siempre al borde del tedio, rumiando su descontento. Y cuando habla de mujeres que no encuentran nada interesante que decirse a sí mismas, cuyos objetos de interés se acaban en un instante o dependen de los demás y no toleran estar solas en silencio porque su propia compañía les resulta insoportable. A las mujeres tiranas de su propia casa y a la vez esclavas de su propia tiranía, les dice: "¡Que tengan un poco más de polvo las sillas, si es preciso, pero que encuentren ustedes tiempo para prenderse de cuando en cuando una flor en el pelo!"

Desde 1916, habla a mujeres que conozco en 2023 cuando las insta a atreverse. Si todos los avances en derechos y libertades se han logrado transgrediendo alguna norma, cabría preguntarse qué normas nos hemos atrevido a transgredir en nuestra vida para contribuir al avance de nuestra sociedad. ¿Qué prejuicios hemos vencido? ¿Qué hemos desafiado? ¿A qué nos hemos atrevido? Habla a mujeres que viven en el calabozo de la rutina. Que llegan al final del día vencidas y aliviadas de haber terminado la tarea, de "haber echado el día", ¡echado, como si fuera un desperdicio! 

En fin, podría seguir escribiendo y escribiendo sobre la capacidad de María Lejárraga para interpelar de igual a igual a muchas mujeres de 2023. Pero lo mejor es leerla a ella. Y dejarse empapar por la alegría, el desparpajo, la inteligencia y la elegancia que desprende esta maravilla de mujer que hizo del entusiasmo, la generosidad y la emoción constructiva los motores de su vida. 




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