«La noche larga del 30 de julio de 1749 se produjo la mayor redada contra la población gitana de toda la negra historia de los gitanos de Europa. El objetivo era la salud del reino, la desinfección y el exterminio». Nueve mil gitanos y gitanas fueron apresados y enviados a trabajos forzados, con la intención de servirse de su mano de obra antes de acabar con su «negra estirpe». Este libro, mezcla de novela arrebatada y ensayo histórico, recrea su historia olvidada.
Y a la vez es la historia de los que pusieron en marcha la maquinaria de destrucción y de los que los precedieron. Felipe V y Fernando VI. Isabel de Farnesio y Bárbara de Braganza. Reyes títeres de sus reinas. Reinas y reyes dominados por un sirviente de mil caras: el Marqués de la Ensenada, ese inteligente y versátil animal político, «el estadista de las mil juergas», que es quien de verdad gobierna el reino. Con su enorme talento para regalar todos los oídos y hacerse imprescindible, y con la voluntad de modernizar España, desembarazarla de la tutela de Francia y convertirla en un reino autónomo de cualquier injerencia extranjera, qué mejor que esa mano de obra esclava que aparece disponible con la redada de los gitanos. Para qué exterminarlos si antes pueden colaborar en construir una armada digna de las necesidades del reino.
«Ser gitano ha sido siempre algo parecido a esto. Fuga, canción, pena y presidio».
Me ha impactado el contraste brutal entre el fasto de la corte, con sus interminables intrigas ahogadas en lujo, y las condiciones de vida infrahumanas de los gitanos encerrados en celdas y sótanos y cárceles, obligados a un trabajo esclavo que los diezma día a día. Farinelli y Scarlatti poniendo mieles en los corazones de una corte rendida mientras los caminos de España se llenan de largas cuerdas de presos: los hombres a un lado, las mujeres y los niños a otro, tantos que no caben en las cárceles. «Enjaulados por fuera, pero con un pájaro rabioso y en llamas por dentro».
Qué poco hace falta para poner en marcha un genocidio: «la caligrafía limpia del Marqués de la Ensenada, el empeño viejo del obispo Vázquez Tablada con su casulla bordada de miedos, la firma del papa bajo la luz brutal de las estatuas, la boca de Fernando VI diciendo sí».
¿Y los vecinos? ¿Y el resto de gente que oye las detenciones y sale al balcón a mirar qué pasa? Porque la curiosidad es universal, y no hay tragedia que no atraiga mil miradas. «Y claro que los miran, entre el temor y el alivio, como un espectáculo y un afuera. Y claro que habrá también quien se escandalice, pero no tanto como para alzar la voz. A fin de cuentas el gitano siempre es el otro, una cosa parecida a ti pero no más que un dibujo a una flor, los miras y son poco más que cascarones de hombres con un incendio dentro, con un vertedero y una biblia con las páginas tachadas. Un reflejo torcido en un espejo que hay que romper».
He leído las 169 páginas de este libro casi del tirón, como en vendaval, no lo podía soltar. Me ha recordado a Azucre, de Bibiana Candia, y a 14 de abril o Presentes, de Paco Cerdà, por la intensidad lírica del lenguaje para tratar hechos históricos sin descuidar la documentación rigurosa. Ha sido Premio de la Crítica 2023, Premio Cálamo Otra Mirada 2023, Premio Nacional de Narrativa 2024. Por su capacidad para aunar delicadeza y rabia, intensidad y precisión, historia y poesía, se merece todos los premios.
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