lunes, 1 de julio de 2024

UN DÍA EN LA VIDA DE ABED SALAMA

Para los paramédicos que acuden a un accidente en Israel, lo importante no es la situación de salud del paciente, sino si es israelí o palestino. Que tu vida depende de tu documento de identidad lo saben los palestinos desde siempre. El 16 de febrero de 2012 la treintena de niños palestinos de entre cinco y seis años que se quedaron atrapados en un autobús en llamas lo comprobaron en su propia piel. 

Este libro estremecedor de Nathan Thrall, Premio Pulitzer 2024 de no ficción, reconstruye la tragedia desde distintos puntos de vista y señala claramente una constante en Palestina desde hace ochenta años: la desigualdad de derechos entre israelíes y palestinos mata. También a los niños que no saben nombrarla. 

«¿Dónde estaban los soldados y los médicos y los jeeps y los tanques de agua y los extintores? Si se hubiera tratado de dos niños palestinos lanzando piedras, el ejército habría llegado en un minuto. Cuando los judíos estaban en peligro, Israel mandaba helicópteros. Pero, al tratarse de un autobús en llamas lleno de niños palestinos, ¿solo aparecían cuando ya los habían evacuado a todos?» Fácil pensar que, simplemente, no les importaba nada que murieran. 

Quizá esto también pueda explicar que, doce años después, investigadores de la ONU estén acusando a Israel de "exterminio" y otros crímenes contra la humanidad en Gaza, y que la Comisión Internacional e Independiente de Investigación para Palestina señale «una estrategia consistente en causar el máximo daño». En el accidente de 2012, causar el máximo daño era simplemente no acudir a tiempo a su rescate. Ver el humo y esperar. Los muros de Facebook del día siguiente se llenarían de saltos de alegría de adolescentes israelíes con muchos emoticonos de gozo: el único palestino bueno es el palestino muerto. El mismo gozo que expresan los soldados cuando se graban con la cara descubierta riéndose de sus víctimas. Ese sadismo compulsivo, ese racismo visceral, esa quebradura moral no son nuevos. Tampoco nacieron en 2012. Son las raíces del proyecto sionista. Y cada año que pasa se crecen en su impunidad. 





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