lunes, 4 de octubre de 2021

LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA

"A nadie he conocido que en talento y luces naturales pudiera comparársele. [...] Si se me obligara a decir por qué yo quería a La Boétie, reconozco que no podría contestar más que respondiendo: porque era él, porque era yo. [...] Si comparo todo el resto de mi vida con los cuatro años que me fue dado disfrutar de la dulce compañía y del trato de este personaje, el otro tiempo de mi existencia no es más que humo, no es más que noche pesada y tenebrosa". 

Esto dejó escrito Michel de Montaigne de Étienne de La Boétie, con quien estableció una de las relaciones de amistad más intensas y célebres de la historia de la literatura. La Boétie murió en 1563 con apenas 33 años, en una época de expansión de los ideales renacentistas, pero también de fanatismo religioso, del auge del poder autoritario de las monarquías y de continuas guerras de religión. En ese contexto, escribió una reflexión sencilla y agudísima sobre una de las cuestiones filosóficas más universales que llevan conformando las sociedades humanas desde que se tiene constancia: la servidumbre voluntaria. ¿Cómo puede ser que no sólo obedezcamos a cualquier autoridad, sino que además lo hagamos "encantados y fascinados" y ataquemos sin piedad y condenemos al ostracismo a aquellos que ponen en duda la pertinencia de hacerlo? 

Uno solamente puede mandar sobre muchos si esos muchos lo aceptan. No hay forma de someter la voluntad de un grupo numeroso de personas sin su colaboración expresa, sin su obediencia voluntaria. Es aterrador pensar en el poder que han tenido a lo largo de la historia ciertos líderes para someter la voluntad de millones de personas. Pero más aterrador aún es analizar hasta qué punto ese poder ha dependido siempre de la complicidad de esos millones para servirlo de manera voluntaria, para preferir la obediencia antes que su libertad individual. 

La servidumbre voluntaria no solamente se da en grupos numerosos. No solamente es una cuestión filosófica y política. También es una cuestión psicológica. No sólo servimos voluntariamente con nuestro voto al político que nos roba, también servimos con nuestra fidelidad (o nuestro silencio) al marido que nos maltrata o al jefe que nos explota. Y lo hacemos, entre otras muchas razones, por miedo. Miedo a quedarnos solos. A no saber quiénes somos sin esa persona que decide por nosotros y nos manda. Miedo a enfrentarnos a nosotros mismos. Miedo a la libertad de no depender de nadie y tener que asumir la responsabilidad de nuestras propias acciones. 

Étienne de la Boétie ya lo dijo hace casi quinientos años de una forma tan sencilla que casi avergüenza: la libertad es una aspiración natural de cualquier animal y ser humano y nadie puede someter la libertad de otro, por muy buenas intenciones que tenga, sin causarle daño. Si miráramos un poquito lo que sucede en nuestras casas, en nuestros trabajos y en nuestras sociedades teniendo en cuenta la reflexión de La Boétie, si analizáramos hasta qué punto nos sometemos todos a distintas servidumbres voluntarias, quizá podríamos empezar a cambiar muchas de las cosas que nos atan al sufrimiento. 




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