jueves, 8 de julio de 2021

UN POLICÍA DEL SUR

Nada más empezar ya estás dentro. Dentro de un coche a las 2:47. Dormido. Y escuchas unos golpes en la ventanilla. Y el corazón se te pone a brincar en la garganta como una cabrilla huyendo de un lobo. Aunque no sea exactamente un lobo lo que se encuentra el inspector al bajar la ventanilla. 

Un policía del sur de Estados Unidos no es igual que un policía del norte. Hay algo en la tierra, en la vegetación, en la soledad de las calles y en las miradas de ciertos granjeros blancos que penetra hasta lugares que en el norte ni siquiera saben que existen. Y P. T. Marsh, el inspector que duerme en su coche, conoce muy bien ese algo. Lo conoce y lo teme. Porque todas las noches sueña con él.  

Esta novela, primera de una serie que espero que continúe pronto, tiene todos los ingredientes de una novela negra de verano. Es rapidísima, te tiene en vilo todo el rato, es ingeniosa sin exigirte demasiado, es comprometida sin convertirse en un panfleto, y describe la realidad de un racismo ancestral con muchas capas a través de una intriga muy bien construida. 

Todos los veranos leo varias de estas. Me oxigenan de otras lecturas más intensas tanto como unas buenas vacaciones. Son el limón de la cerveza, la brisa fresca tras una tarde toledana. Me duran un suspiro, y está perfecto así. Limpian la atmósfera y dejan sitio para nuevas lecturas. Son la onza de chocolate a media tarde, o el chupito de digestivo después de comer. Placeres diminutos y efímeros, y, por tanto, irrenunciables. 



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