martes, 3 de febrero de 2015

ALMUDENA

No sé, a mí me parece bonito que alguien te dedique un libro de poemas de amor. 
Habrá hombres que le den vueltas a la idea con la incomprensión propia de quien no entiende qué sentido tiene complicarse en amar con frases ambiguas si se puede decir todo de viva voz y más fácil. 
Habrá mujeres que alcen una ceja despectiva y recelosa ante la más que probable estafa emocional que debe de esconderse detrás de cada palabra escrita por esos que se hacen llamar poetas.
Pero a mí me parece bonito. Me parece un gesto importante, aunque no lo sea. Una huella imborrable en la historia conjunta, por pequeña que quede. 
Es una forma de trascender el amor que une a dos personas. De decir: no es un capricho, no es un compromiso, no es una salvación, no es un pacto, no son las cláusulas de ningún contrato, no es ni siquiera una forma de vida feliz. Es mucho más que eso. Es un proyecto enorme y poderoso que se extiende a través de miles de ramificaciones. Y este libro podría ser una de ellas. 

Me parece bonito que alguien te dedique un libro de poemas de amor. 
No tengo ni idea de qué debe de sentirse. Almudena, por ejemplo, podría contárnoslo.
Pero me gusta imaginar que de repente te sientes otro, te ves más guapo o más poderoso, de repente alguien se mete en tu interior y recoloca los muebles y no puedes creerte lo resplandeciente que quedas una vez que te has visto con sus ojos. No sé lo que sucede pero no se me ocurre una seducción más difícil de resistir que la de saber que alguien te ve así y quiere seguir embelleciéndote para siempre. Cómo no aspirar a ser el centro de la mejor emoción de un poeta.

Unos pensarán que es todo falso y otros que en verdad tampoco es para tanto (total, unos poemas).
Pero a mí me parece bonito que alguien te dedique un libro de poemas de amor. 
Y si es alguien que amas, todavía mejor.
Y si además le pone tu nombre al libro y el autor se llama Luis García Montero, y empieza como sigue, ya ni te cuento.

DEDICATORIA

Si alguna vez la vida te maltrata, 
acuérdate de mí,
que no puede cansarse de esperar
aquel que no se cansa de mirarte.




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