Un niño que vuela.
Cuando abre sus alas, brinca y gira.
Salta y revolotea.
Algunos no lo entienden.
Algunos se ríen. Otros le pegan.
Destruyen sus alas.
Se ríen. Señalan.
El niño mariposa vuelve a casa. A su habitación.
Allí se siente seguro. No necesita a nadie.
Allí solo está él.
Allí puede ser él.
Entonces...
Entonces entra su papá.
Y recoge sus alas rotas.
Dice vamos a empezar. Y la magia renace.
Qué cantidad de cosas se pueden decir con tan pocas palabras. Este cuento lleno de flores y alegría habla de la importancia de ser uno mismo y el regalo que es tener padres que te alienten. Que te apoyen y te suban la cena a tu habitación cuando estás alicaído y te recojan las alas rotas del suelo y te fabriquen, con esa misma alegría estropeada, una mariposa todavía más fuerte y más bonita. Padres que te den una nueva sonrisa que te haga volar y volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario