"Julia, que podía intimar con un trapecista tras cinco minutos de conversación, que se hacía amiga íntima de un vendedor después de comprarle un par de zapatos, había estado una hora hablando con su propia hija, sobre el padre y sobre el pretendiente de la muchacha, sin la menor confianza. «Soy una idiota —pensó de nuevo—. Lo que pasa es que ella es una auténtica dama. Y lo que yo necesito es dormir en condiciones»".
Yo quiero tener una amiga como Julia. Que salga siempre a la calle con una sonrisa curiosa dispuesta a encontrar cosas interesantes que ver y hacer. Que reparta sus dones a manos llenas porque aquello que no se hace ni se dice no se puede guardar y se pierde. Que esté siempre dispuesta a enamorarse y entregarse a lo imprevisto con dedicación. Que no reserve nada para un futuro improbable, que encuentre placer en las sensaciones más comunes y sea capaz de contagiar la alegría de vivir a cualquier ama de casa encerrada en la jaula de sus innumerables frustraciones.
¡Qué bien me lo he pasado con esta novela! Qué cantidad de aire libre se respira leyéndola, aire libre de libertad y de gozo por una vida liberada de los prejuicios de la moral puritana. Han pasado casi noventa años desde que Margery Sharp la escribió, pero el personaje de Susan, la hija de Julia, es tan actual que casi da miedo. Y es que a Susan no le gusta la gente, sino las buenas cualidades de las personas. Le gustan los principios elevados, la elegancia, lo que considera correcto, y aprecia a las personas en la medida en que se comportan como ella espera que lo hagan. Como le dice su madre, "si le gustara la gente independientemente de sus posibles cualidades, sus debilidades y sus defectos, no le preocuparían tanto y no los juzgaría con tanta severidad, pues incluso en sus facetas menos agradables sería capaz de encontrar en ellas algo de interés". Y es que Julia tiene el don, ¡maravilloso don!, de no juzgar nunca y de usar su infinita capacidad para el asombro con el fin de aprender algo hasta de la persona más odiosa.
En esta pequeña delicia de Sharp hay ingenio, hay sol, hay humor y hay mucha mucha alegría de vivir. ¿Qué más se le puede pedir a una novela disfrutona?
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