¡Cómo me ha gustado este libro de Najat El Hachmi! He devorado sus 131 páginas del tirón, sin pararme apenas a tomar notas, y eso que de cada capítulo pueden brotar multitud de debates de una actualidad más que candente. La premisa es muy sencilla: el feminismo es un movimiento universal que vela por la igualdad entre hombres y mujeres en todos los países, independientemente de su identidad cultural, religión o tradición. Y esto, que parece obvio, quizá está dejando de serlo en esta nueva ola de feminismos que, en su intento de no imponer un "feminismo neocolonialista", defienden el respeto a los rasgos culturales aunque estos atenten, como han atentado siempre, contra los derechos de las mujeres.
La autora cuenta qué supuso para ella crecer en una comunidad musulmana en España a finales de los años ochenta, el choque cultural entre su familia conservadora y la libertad, aparentemente sin límites, que le ofrecía su país de acogida. Aquí encontró unos referentes feministas que la guiaron en su aspiración por labrarse una identidad alejada de la religión y sobre ese feminismo universal asentó sus principios y su forma de vivir. Ahora, treinta años después de su llegada a España, observa cómo se está resquebrajando esa idea de que los derechos de las mujeres deberían ser los mismos en todas las culturas. "Ante el peligro de que las chicas [musulmanas] criadas en Europa rompiéramos sin miramientos todas las normas de sumisión que nos han inculcado, han aparecido nuevos discursos, velos que se presentan como nuevos pero que no son más que transformaciones de las viejas, antiguas y rancias normas de conducta".
Najat El Hachmi alerta de que, en nombre de la conservación de la identidad y del respeto por la diversidad, está regresando el viejo machismo ancestral de toda la vida, ahora recubierto de una capa de modernidad y legitimado por mujeres jóvenes que han decidido buscar en la tradición la raíz de su identidad. ¿Es respetable una cultura que niega la igualdad de género? ¿No será que en nuestro esfuerzo por que no nos acusen de racistas o de islamófobos estamos aprendiendo a aceptar que en nombre del Islam se siga maltratando a las mujeres?
Las tres religiones monoteístas siempre han coincidido en su misoginia primigenia. Las mujeres son representadas, por naturaleza, como débiles e indignas de confianza, por lo que sólo una educación represiva podrá domesticar su esencia malvada. El feminismo, por lo tanto, aunque pueda coexistir dentro de los credos monoteístas y suavizar sus postulados patriarcales, siempre excederá sus límites, pues su reivindicación universal es algo que ninguna religión monoteísta contempla, ni en su teoría ni en sus prácticas.
Con pasión y claridad, El Hachmi señala que dejar de reivindicar la igualdad total entre hombres y mujeres por respeto a la diversidad cultural es un error. Ninguna identidad puede estar por encima de los derechos de las mujeres. Y aboga por un feminismo universal que defienda las aspiraciones de todas las mujeres en todo el mundo, el feminismo que le enseñó el camino de la libertad a una joven Najat de familia musulmana que nunca más volvió a ponerse el velo.
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