Cada estación del año tiene su personalidad. Cada una esconde una promesa, regala un tesoro y se guarda una semilla en la palma de la mano. Con ella, volverá a visitarnos cuando transcurra un año y acabe su largo sueño.
Cada estación del año tiene un sueño distinto. La primavera sueña que da vida a raíces y semillas, y con la promesa de su aliento leve, los días de invierno se pasan más rápido. El verano sueña con que el sol le acaricie y le saque a bailar, y con su calor de flores abiertas, hace temblar de alegría las alas de las mariposas. El otoño sueña dentro de una manzana, recoge pacientemente los rayos de sol y "su pelo es una puesta de sol ardiente llena de silencio y tormenta". El invierno sueña en paisajes blancos que saben a hielo y canela y lana y madera, y sonríe porque atesora bajo su manto de nieve todo lo que el verano creía eterno.
Cada estación del año se despierta cuando las otras tres duermen. Y se duerme cuando la siguiente recoge su relevo. Siempre es así, se van siguiendo en este juego de despertares y sueños. Como tú, que mientras escuchas esta historia estás despierto, pero pronto, muy pronto, estarás durmiendo.
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