jueves, 11 de febrero de 2021

BICHOS Y DEMÁS PARIENTES

Parece facilísimo. Pasar la infancia y adolescencia junto a tu familia en una isla perdida del Mediterráneo, sin colegio, sin obligaciones, sin preocupaciones, debería ser un pasaporte directo a la felicidad y al gozo de infinitos placeres. Pero la verdad es que si no lo llevas dentro, no hay paraíso que nos transforme realmente por dentro. Hay que estar hecho de una pasta especial. Y, además, tener talento para transmitir alegría. Yo no sé cómo sería el pequeño de los Durrell en persona. Pero si poseía la mitad del encanto que se desborda de sus libros, debió de ser una persona verdaderamente excepcional. 

Al terminar hace un par de meses Mi familia y otros animales me quedé un poco huérfano. Quería más. Quería volver al sol de Corfú y sus mágicas noches cuajadas de luciérnagas. Quería reírme de nuevo con el esnobismo gruñón de Larry y las salidas extemporáneas de la inocente Margo. Oír la bocina de Spiro y las exquisitas explicaciones trufadas de puntos suspensivos de Teodoro. Quería volver a internarme en los olivos con el aliento expectante de Roger humedeciendo mis tobillos desnudos y descubrir una a una, con maravillada impaciencia, todas las maravillas que brotan de la naturaleza cada vez que Gerry abre los ojos y mira a su alrededor. 

Leer esta trilogía tiene algo de terapéutico. Es un paréntesis en nuestras vidas aceleradas, un remanso de silencio y placer. Un condensado de humor, belleza, entusiasmo, mordacidad, naturaleza, asombro, regocijo, poesía y más humor del que sales revitalizado, con nuevas energías y agradecido por el viaje.

Yo no sé cómo es Corfú hoy en día. Me muero por ir y al mismo tiempo no sé si de verdad quiero. No sé si quiero comparar ese paraíso que los libros de Durrell están construyendo en mi imaginación con los paisajes reales, temo no encontrar en ellos ningún espejo donde reconocer la belleza de esta ficción. Pero cada vez que termino un volumen de esta trilogía siento la llamada de algo que está muy lejos de aquí. La llamada de una tierra húmeda y olorosa, poblada por miles de pequeñas criaturas y bañada por un mar capaz de "tañer sus playas como un instrumento". Una llamada que me atrae como nos atraen las cosas buenas y sencillas que a veces perdemos de vista y que tanto necesitamos para ser felices. 


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