lunes, 16 de septiembre de 2024

LAS HIJAS DEL PINTOR

Mientras P. deambula por las salas de los románticos, en las que los dos nos quedaríamos a vivir, yo me quedo rezagado con las pelucas. Las pelucas de esos hombres que nos miran desde los cuadros como reteniendo un estornudo por la cantidad de talco que les han debido de poner antes de empezar a posar para el pintor. Sí, no nos entusiasma la pintura del XVIII. Esas poses, esa artificialidad. Pero ahí sigo, clavado delante de los cuadros de Thomas Gainsborough en la National Gallery este verano. De dos en concreto. Dos cuadros que representan dos niñas de piel pálida y miradas curiosas. Tímidas, suaves. Giradas hacia dentro. Ligeramente melancólicas, quizá. Dos niñas que aparecen a distintas edades en los cuadros de la sala y que testimonian el amor que Gainsborough les tenía. Me quedo clavado mirándolas hasta que P. vuelve y las mira también. ¿Quiénes son? Son las hijas del pintor. 

Sobre estas dos niñas trata una de las novelas que más me ha gustado de las que he leído este año. Me ha recordado por momentos a El retrato de casada o a La casa de las miniaturas, por esa secreta intimidad de la vida doméstica y por el papel vital de las mujeres en las vidas de los hombres famosos de la historia. También por la intimidad dolorosa con la que están descritas. Una intimidad que nos habla un lenguaje universal a través de los siglos, que nos dice que los temores y los apegos no han cambiado tanto como los cortes de pelo y que aunque por suerte ya no nos empolvemos de talco para posar en las fotos, seguimos sufriendo íntimamente por las mismas razones.  

Emily Howes escribe sobre la irresistible tentación de solucionar los problemas de los demás. Por devoción, por generosidad, por pura costumbre de dar soluciones. Si mi hermana sufre, cómo no voy a ayudarla. A aconsejarla. A decirle lo que tiene que hacer. Cómo no voy a dedicar mi vida a que esté mejor. A salvarla de su sufrimiento. Quiera o no quiera ella ser salvada. También escribe sobre la intensidad de las emociones no expresadas. Sobre cómo se expanden y ramifican por nuestro interior formando lógicas que no se ajustan siempre a la realidad de los demás ni a sus necesidades. 

El mundo de la pintura en Inglaterra a mediados del siglo XVIII sobrevuela toda la historia. Thomas Gainsborough está dibujado con sus sombras, pero también con muchas de sus luces, y el afecto que debió de sentir por su familia hace que los numerosos cuadros que dedicó a sus hijas y su mujer vibren de vida y de sentimiento. Pero el foco está en ellas. En las mujeres a la sombra de sus maridos y padres, esas vigilantes silenciosas que lo hacen todo posible y que las canciones nunca mencionan. Las heroínas borradas de la gloria de la historia. Aquellas que caminaron codo con codo con los hombres famosos y para las que la memoria histórica no conservó ninguna palabra. 





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