lunes, 23 de septiembre de 2024

COMO BESTIAS

En el valle de Ourdouch hay una gruta. Allí arriba, en la montaña. La gruta la guarda un joven de fuerza sobrehumana. Un joven que no sabe hablar, pero cura a los animales con el calor de sus manos. En la gruta hay también una niña. O eso parece. Nadie sabe nada de ella. Quién es. De dónde viene. ¿Es hija del joven que no habla? ¿O de su madre, que lo protege de la civilización que no sabe protegerlo? En lo alto de la montaña hay una gruta. Y un helicóptero la sobrevuela. Es la gruta de las hadas, dicen los lugareños. Y a las hadas no les gustan los policías. 

Los rumores son parecidos a las canciones. La gente los canta y el viento esparce la melodía como semillas en primavera. Semillas que prenden en la imaginación de las personas y brotan en la oscuridad de las calles como flores malintencionadas. Rumores, canciones. Rumores de hadas que bailan y juegan. De hadas que protegen la gruta de la montaña. La gruta de las hadas. Hadas que acogen a los niños que las madres no quieren. Niños nacidos de la crueldad de los hombres, que plantan su ferocidad en los vientres vulnerables de las mujeres. 

Nadie cree en las hadas. O eso dicen. Las hadas son invenciones, cuentos para asustar a los niños de las montañas. Pero nadie se las puede sacar de la boca. Están ahí, en los cuchicheos y en las miradas de reojo. En la distancia que los del valle mantienen con los de arriba. Las hadas no existen, dicen todos. Pero que no vengan. Que se queden en su gruta. Ahí arriba, en su montaña. Con los osos y las bestias. 

Menos mal, dicen las hadas, que «algunos en el mundo de ahí abajo» todavía sienten simpatía por las bestias y los gigantes extraviados. Menos mal que algunos todavía los miran con ojos comprensivos y aceptan su presencia como aceptan la dureza de las rocas y la sombra de la montaña. Quizá todavía se pueda confiar, dicen las hadas, aunque la mayoría tuerza el gesto y se dé golpecitos en la sien y se burle estúpidamente cuando las bestias y las hadas se vuelvan protagonistas de una investigación policial. 

Violaine Bérot ha escrito una novela poderosa intercalando interrogatorios policiales a los vecinos del valle con las canciones de un misterioso coro, como en una tragedia griega o un moderno cuento de hadas. Gracias a P. por recomendarme esta historia rural sobre un mundo que tiende a desaparecer, pero cuya magia permanece en las flores oscuras de los rumores que brotan de los miedos de la gente sensata.  




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