jueves, 6 de julio de 2023

MI FEMINISMO ES GITANO. MONOGRÁFICO PIKARA

Desde La gitanilla, la novela de Cervantes, pasando por la Esmeralda de Víctor Hugo en Nuestra Señora de Notre-Dame, hasta la Carmen, de Merimée, popularizada por la ópera de Bizet, la literatura universal ha presentado a las mujeres gitanas cortadas por el mismo patrón: siempre han sido la seductora, la pícara, la traicionera y la ladrona, un arquetipo de mujer turbia y fatal que crea en el imaginario popular la idea de que las gitanas son mujeres radicalmente distintas a las demás, pertenecientes a un pueblo malvado, sucio y escandaloso, que aprovecha la oscuridad para trapichear y hasta para robar niños rubios de ojos azules, un pueblo inferior al que hay que mantener apartado de la sociedad y al que se le desprecie y se le teme. Y del miedo al odio, ya se sabe, siempre hay un paso muy pequeño. 

El estereotipo antigitano cumple una misión fundamental: justifica el sistema de opresión étnica que lleva sufriendo el pueblo gitano durante siglos. Con la invención y la leyenda se pretende dejar a los gitanos fuera de lo humano. En Estados Unidos, donde apenas hay gitanos, lo gipsy alude a menudo a algo más cercano a criaturas de los bosques, gnomos y hadas que a seres humanos. Incluso el gitanismo positivo y ensalzador de Lorca, ese que con su Romancero gitano defiende que "el gitano es el más elevado, el más profundo, el más aristocrático de mi país, y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal", solo contribuye a seguir construyendo el mito del mundo gitano como algo legendario, poético, literario, espiritual, una comunidad extraordinaria fuera del mundo real de carne y hueso, radicalmente distinta a la experiencia cotidiana, a las amigas que salen de copas y se quejan de los problemas de siempre y son normales en su sencilla e integrada normalidad. 

Las creaciones estereotípicas no solo crean una ficción: impactan en la vida real de las mujeres gitanas y la destrozan. De esto tratan los textos de Silvia Agüero reunidos en este monográfico de Pikara magazine. De cómo la lactancia prolongada, el porteo, la educación en tribu o el parto no medicalizado se han vuelto a reivindicar en las dos últimas décadas como prácticas saludables que refuerzan la salud y el bienestar de las familias, con un claro sesgo antiguo como el mundo: si lo hacen mujeres blancas occidentales, nueva tendencia natural que hay que seguir; si es lo que llevan haciendo toda la vida las mujeres gitanas, costumbres bárbaras e incivilizadas que hay que erradicar. 

Estos textos llaman a luchar contra esa eterna mirada moralizante de superioridad paya que determina la vida de las personas gitanas desde las instituciones públicas y se retroalimenta en las comidas familiares, en los grupos de whatsapp, en las redes sociales y en las escuelas. El antigitanismo es el racismo blando, el que mejor se tolera. Hacer un chiste de gitanos es el recurso que les queda a los que ya no se atreven a hacerlo de negros o gays. Estos textos instan a que nos revisemos los prejuicios, que leamos las obras de Cervantes, Victor Hugo, Merimée y Lorca como lo que son: invenciones que han sustentado prejuicios muy profundos que señalan y marcan y hacen daño, invenciones preciosas que nunca deberían salir del mundo de la literatura, y mucho menos para justificar el maltrato. 





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