Patricia y yo nos propusimos a principios de año leer durante todo este 2023 un libro al mes de alguna autora española de la primera mitad del siglo XX, la mayoría tan olvidadas. Para el mes de junio elegimos a María Teresa León, quizá la escritora más abiertamente política de su generación y su Memoria de la melancolía, una autobiografía poética que abarca toda su vida hasta los últimos años de su exilio en Roma. Escribe desde allí, desde esa orilla sin hogar que es casi siempre el exilio para los que tuvieron que marcharse de su país para no volver en décadas. En ese sentido me ha recordado a Geografías de Mario Benedetti, ese relato maravilloso sobre dos señores ya mayores que se sientan en los cafés parisinos a ver desfilar sus recuerdos de Montevideo "para de algún modo convencerse de que no se están quedando sin paisaje, sin gente, sin cielo, sin país".
Como Benedetti, María Teresa León comparte el desarraigo y el cansancio. Dice: "Estoy cansada de no saber dónde morirme. Esa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos? Habría que hacer tantas presentaciones de los otros muertos, que no acabaríamos nunca. Estoy cansada de hilarme hacia la muerte. Y sin embargo, ¿tenemos derecho a morir sin concluir la historia que empezamos?"
"Todo está distinto, dicen unos. Todo está igual, contestan otros. Me golpeo el pecho. Tengo una rabia en mi corazón que ya no se conmueve". A su casa de Roma llegan muchos españoles buscando la leyenda de sus nombres: María Teresa León y Rafael Alberti. Nombres que resuenan en la memoria del antifascismo, de aquella lucha que dio sentido a sus vidas y que a finales de los años sesenta en España parecía tan lejana, tan perdida. "¿Cómo preguntar a los que entran en mi casa y se sientan a mirarnos como piezas de museo?"
"Y la niña vuelve a pasar los dedos por las hojas que le han traído, deletreando, y en ninguna de ellas encuentra los relieves de la palabra patria". Esta Memoria de la melancolía parece estar escrita como en trance, sonámbula, sin orden aparente. Un fluir de conciencia, un grifo abierto de la memoria que borbotea sin parar y empapa los recuerdos de melancólica poesía. Hay un juego de narradoras que bascula entre la primera y la tercera persona. Es el reflejo de un corazón partido en dos. El yo del exilio frente al ella del pasado cuando todavía era una y no estas dos mitades desgajadas para siempre.
"¿Tendremos que contar siempre con la muerte para solucionar los problemas de España? ¿Nunca con la justicia?". Efectivamente, solo la muerte nos libró de Franco y su dictadura y la justicia se hizo a un lado para que la transición incluyera un pacto de olvido en el que víctimas y verdugos empezaban una nueva historia de cero, como si nada hubiera pasado. Y María Teresa León, que había pasado cuarenta años soñando con ese regreso, volvió con la mente deshilachada por el Alzheimer, con los ramos de su memoria soltándose poco a poco y dejando el suelo perdido de flores, señalando el camino del olvido.
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