jueves, 25 de octubre de 2018

TRILOGÍA DEL MERCEDES

¿Te gusta Stephen King?, me preguntó el otro día un señor en la librería, con un tono sorprendido que traslucía cierto escándalo. No es que me guste, le respondí. Es que me cae rematadamente bien. 

He leído cuatro o cinco libros suyos, y ninguno de terror, que es el género por el que es más conocido. Pero con la mayoría de sus personajes he sentido una afinidad inmediata. Personajes que querría tener en mi familia, personajes por los que lo dejaría todo y me iría a vivir a otro continente o a otra época. Es cierto que tiene su puntito facilón, no te va a deslumbrar con su exquisita prosa. Pero qué importa. Tampoco lo pretende. Uno tiene amigos que le muestran las complejidades insondables de la vida. Y otros que le hacen pasar un rato alegre de cañas. Stephen King es de los segundos. Y nunca defrauda. 


Esta trilogía policíaca no tiene desperdicio. Un inspector de policía recién jubilado pasa sus días apoltronado en la butaca viendo la televisión y acariciando la idea del suicidio. Hasta que recibe una carta en la que el famoso Asesino del Mercedes declara sentirse decepcionado por que el viejo inspector haya abandonado su búsqueda tan pronto. Y así empieza una de las persecuciones policiales más minuciosas y frenéticas que he leído en mucho tiempo, con historia de amor agridulce y denuncia social de los efectos de la crisis económica de por medio. 

Los argumentos de las tres novelas exploran aspectos de la vida americana desde distintos puntos de vista. El mundo de la tecnología experimental, el culto a los escritores, el racismo, la ley del más fuerte (o el más astuto) en las prisiones, la amistad inesperada con las personas más improbables y hasta el coqueteo con las capacidades paranormales. Todo cabe en los libros de Stephen King. Me enamoré de este escritor con su colosal 22/11/63 y desde entonces le tengo un cariño especial. Un cariño que va más allá de juicios literarios. Me gustan sus libros. Me distraen, me divierten, me acongojan, me aceleran el pulso y me hacen disfrutar con una literatura sencilla y tremendamente eficaz. 

Hay libros-submarinos que te descubren profundidades adultas insospechadas. Y hay libros-lanchas motoras con los que vuelas por la superficie del agua como un niño. Esta trilogía es una de las mejores lanchas motoras que conozco. 




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