lunes, 2 de abril de 2018

FARIÑA

Me ha pasado otras veces. Me apasiona un libro, escribo una reseña y cuando se me acaban los ejemplares que tengo en la librería me entero de que está agotado y no hay previsión de que se reedite. Y me quedo con la miel en los labios, con un antojo persistente que no se me va. Sin embargo, nunca me había quedado sin poder recomendar un libro por que a un exalcalde gallego condenado por narcotráfico le ofendiera que le recordaran su pasado. Fariña es uno de los mejores libros que se han escrito sobre el narcotráfico gallego. Y está secuestrado porque a una jueza le parece más importante la susceptibilidad del ex-narco Alfredo Bea Gondar (cuyo nombre aparece mencionado de pasada en tres líneas de un capítulo) que la libertad de expresión. 

Impunidad, permisividad y aceptación social. El origen del éxito del narcotráfico gallego se remonta a los años cuarenta. Todo empezó con el contrabando en los años de posguerra: contrabando de subsistencia, garbanzos, harina, zapatos o bicicletas que venían de la más próspera Portugal. En los años sesenta se diversificó, en los setenta apareció el tabaco y en los ochenta la droga. Ya no se trataba de sobrevivir, sino de enriquecerse de millón en millón. Descargar contrabando era más rentable que cualquier trabajo, lo que provocó que el resto de industrias gallegas se descuidaran, incluso el turismo. Incidió en la pobreza y el atraso general de la región a medio plazo, convirtiendo a unos pocos en multimillonarios de la noche a la mañana. La estampa en los años noventa (y aún hoy se puede ver) es conocida: concesionarios de Ferrari y mansiones espectaculares al lado de pueblos pesqueros sin recursos. 

"Los narcos del mundo sonreían satisfechos con la efectividad de aquellos señores gallegos". En 1984 los carteles colombianos estaban en crisis, cercados por la DEA, y encontraron en Galicia la vía de escape que necesitaban para su negocio. Los clanes gallegos fueron un verdadero golpe de suerte. Y es que eran (y siguen siendo) verdaderamente buenos. 

Empezaron muy seguros de sí mismos, haciendo ostentación de su riqueza. La mayoría eran hombres del campo "hechos a sí mismos". Untaban a los políticos, financiaban obras sociales, beneficencias, fiestas y procesiones, equipos de fútbol. En los años ochenta eran aceptados, incluso bien vistos por la sociedad. Vilagarcía de Arousa era conocida como Vilamercedes. Montaban fiestones en los que participaban policías, guardias civiles, periodistas, políticos y empresarios, fiestones que llegaron a celebrarse hasta en la Cámara de Comercio de Vilagarcía. Se normalizó que un chaval pasara de trabajar en una frutería a comprarse un Porsche. Que un agricultor tuviera un Ferrari aparcado junto al tractor. Para ello, la connivencia de la guardia civil fue imprescindible. Pero también la de los políticos. Era como se hacían las cosas antes. Con códigos de honestidad. Preguntabas a un niño: "¿Tú qué quieres ser de mayor?". Y te respondía: "Yo contrabandista, como mi papá".

Nacho Carretero
A partir de 1990 las cosas cambiaron. Gracias a la Operación Nécora, los principales capos salieron esposados en todos los informativos. A partir de entonces, fueron más cautelosos. Se acabó la ostentación. Aunque la coca siguió entrando igual. La policía empezó a estar más encima, se organizaron macrooperaciones contra los clanes. El 80% de la cocaína de Europa seguía entrando por Galicia, el dinero seguía contándose a menudo al peso porque no había tiempo material para sumar tantos millones billete a billete, pero los resultados del negocio dejaron de estar a la vista de todos. 

A pesar de que la mayoría de los grandes capos están hoy en día en prisión, el narcotráfico gallego sigue en pie. Son clanes herméticos y muy profesionales. Tienen un control absoluto de los movimientos de la policía y son extremadamente cuidadosos. Se saben todos los trucos para pasar desapercibidos. Se han vuelto huraños, desconfiados hasta la paranoia. ¿Merece la pena ese estado de estrés constante para ser millonario? "La respuesta es la de siempre: les pierde la ambición. Los capos gallegos no saben dejarlo". Lo primero que hacen casi todos al salir de la cárcel es volver a organizar una operación. 

Este no es sólo un libro sobre la vida mafiosa, sobre las indiscreciones y miserias de ciertos políticos y empresarios. Es un libro sobre cómo una sociedad entera, la nuestra, permitió, con la excusa de que aquellos empresarios "traían riqueza", que el negocio de la coca destruyera la vida de miles de personas para satisfacer la codicia voraz de unos pocos capos gallegos.

"La línea de separación entre la sociedad y el narco, invisible en los 80, aguada en los 90, está hoy bien definida en las Rías Baixas". Sin embargo, un exalcalde de O Grove vio su nombre en este libro, sintió que recordar sus antiguos problemillas con la justicia hería su frágil sentido del honor, y decidió que había que secuestrar todo el trabajo de Nacho Carretero. 

En un artículo reciente, ha comentado, refiriéndose al autor de este libro, que "si no fuera creyente, buscaba al tipo y le metía un tiro". Los vecinos le felicitan por su decisión. Está pensando en volver a presentarse a la alcaldía en las próximas elecciones.

A las balas de Bea Gondar, como han dicho los editores de Fariña, responderemos siempre con libros.



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