Crecí en un pueblo del noroeste de Madrid. En mi barrio no había negros, ni extranjeros, ni, que yo supiera, homosexuales. Mi primer contacto real con extranjeros fue a los trece años: un mes de julio en Inglaterra. Mi primer contacto real con negros fue a los diecisiete: nueve meses en París. Mi primer contacto real con un homosexual, que yo sepa, fue a los veinte: un compañero de conservatorio. Extranjeros, negros, homosexuales siempre fueron la excepción. Lo distinto. Y en los tres casos recuerdo con nitidez la sorpresa que me produjo darme cuenta de lo parecidos que eran a mí, cuando yo los había imaginado tan diferentes.
En este breve ensayo, que recoge su primera TED Talk, Chimamanda Ngozi Adichie explica por qué nos imaginamos tan diferentes a los que en realidad son tan iguales a nosotros. Cuenta, por ejemplo, que cuando llegó a Estados Unidos para estudiar en la universidad, su compañera de habitación, estadounidense, no daba crédito del buen inglés que hablaba aquella chica africana (el inglés es idioma oficial de Nigeria) ni de que, al preguntarle por la música tribal que escuchaba, le sacara el último éxito de Mariah Carey. "Su actitud por defecto hacia mí, en tanto que africana, era una especie de lástima bienintencionada y paternalista. Mi compañera de habitación conocía una única historia sobre África, un relato único de catástrofes. En esa historia no cabía la posibilidad de que los africanos se le parecieran en nada." Lo mismo me pasó a mí en Inglaterra y en París. La historia que conocía de los extranjeros y los negros era única. O, mejor dicho, se componía de muchas variantes (literarias, cinematográficas, publicitarias, musicales) de la misma historia. Una misma historia en la que ellos, invariablemente, eran diferentes.
La ignorancia nos vuelve vulnerables ante una historia. Si nunca hemos visto el mar, seremos más propensos a creer que en las playas se esconden tiburones. Si nunca hemos besado una piel más oscura que la nuestra, podrán seguir convenciéndonos de que no reacciona con la misma sensibilidad. Recientemente una mujer negra ha sido acusada de asesinar a un niño blanco en España. El caso ha levantado una oleada de odio hacia esa mujer y ha vuelto a encender el debate sobre si debería imponerse la cadena perpetua para este tipo de crímenes. Sin embargo, en los últimos años se han sucedido varios casos de asesinatos de niños por parte de adultos blancos que no han trascendido más allá de la crónica de sucesos. La sociedad responde así porque el relato sobre la violencia que han interiorizado le dice a la mayoría que el color de la piel es un agravante para los casos de asesinato. Que si el asesino es negro, es más culpable.
Chimamanda Ngozi Adichie |
Las historias únicas sirven para apuntalar el poder mediante la opinión pública. Canalizar un prejuicio y convertirlo en un instrumento político o social en beneficio de una empresa, un partido político o un movimiento social. Sin embargo, ninguna historia única es la historia definitiva. Detrás de cada relato que conforma nuestra opinión sobre algo, existen otros relatos que no hemos tenido en cuenta. Si tomamos el hábito de buscar esos otros relatos, de leer a otros escritores, de aprender otros idiomas y otras culturas, de conocer, tocar y besar a aquellos que consideramos diferentes, de escuchar las historias de quienes no suelen tener voz, quizá nos sea más fácil entender que todas las historias que creemos saber no son sino versiones sesgadas por nuestra cultura y nuestra educación. Y que en nuestra cultura y educación hay sitio para muchas más historias de las que creemos.
La charla de Chimamanda Ngozi Adichie que compone este librito se completa con un texto de la filósofa Marina Garcés sobre el mismo tema. Mientras que el punto de vista de la nigeriana es social y narrativo, el de la española es filosófico. "Aprender a pensar es aprender a relacionarnos con lo que no sabemos". Y es muy difícil dejar a un lado las historias para relacionarnos solamente con ideas, como llevan haciendo los filósofos desde la antigua Grecia. Podemos pasarnos toda la vida defendiendo con la palabra la dignidad humana, pero nuestro compromiso estará vacío si no entendemos que eso que llamamos dignidad humana es un concepto sin rostro visible, y que un concepto sin las historias que lo componen no sirve para nada.
Garcés empieza con una pregunta: "¿De cuántas historias está hecha una idea?"
La respuesta, creo, es fácil. De cuantas más, mejor.
La charla de Chimamanda Ngozi Adichie que compone este librito se completa con un texto de la filósofa Marina Garcés sobre el mismo tema. Mientras que el punto de vista de la nigeriana es social y narrativo, el de la española es filosófico. "Aprender a pensar es aprender a relacionarnos con lo que no sabemos". Y es muy difícil dejar a un lado las historias para relacionarnos solamente con ideas, como llevan haciendo los filósofos desde la antigua Grecia. Podemos pasarnos toda la vida defendiendo con la palabra la dignidad humana, pero nuestro compromiso estará vacío si no entendemos que eso que llamamos dignidad humana es un concepto sin rostro visible, y que un concepto sin las historias que lo componen no sirve para nada.
Garcés empieza con una pregunta: "¿De cuántas historias está hecha una idea?"
La respuesta, creo, es fácil. De cuantas más, mejor.
Marina Garcés |
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