jueves, 27 de enero de 2022

LA HIJA DE LAS MAREAS

Abrí esta novela sin tener apenas referencias ni expectativas, ni siquiera me la había recomendado Óscar, ¡jajaja! Últimamente me he vuelto muy comodona y voy directamente a los libros que él me selecciona porque la verdad es que acierta casi siempre.

Cada día, cuando abro la prensa en internet, me suelo indignar y expreso esa indignación en los comentarios que publico en Facebook. Ese hábito me permite luego relajarme y dedicar buena parte de mi tiempo a jardinear, pasear, meditar, leer, disfrutar de este nuevo tiempo de auténtica jubilación que, camino de mis 80 años, no me esperaba. Un privilegio. 

Las novelas a menudo reflejan la vida privada de los países, y esa parte de la Historia para mí es más importante que la que nos aportan los textos de los grandes acontecimientos. Hoy me tienen indignada muchas cosas como la corrupción en España (y no solo aquí), el auge de la extrema derecha, el peligro de un perverso y mediocre personaje como Putin a punto de lanzar sus tanques contra Ucrania, los republicanos de Estados Unidos liderados por ese Trump que me avergüenza, pero cuando me sumerjo en el siglo XVIII, hace poco más de doscientos años, tiempo en el que transcurre esta novela, relativizo y me doy cuenta del avance tan increíble que hemos dado, especialmente en Europa.

Más allá del maravilloso retrato que Goya le hizo, apenas conocía al personaje de Baltasar Melchor Gaspar de Jovellanos. Aquí es el segundo personaje de la historia de Andrea Carbayo, impresora e hija no reconocida de este jurista, escritor y político en la España miserable gobernada o mejor dicho traicionada por los borbones Carlos IV y Fernando VII, apoyados por la Inquisición, todavía vigente entonces y que desterró a Jovellanos de su Gijón natal.

El inicio de esta apasionante historia comienza con las vidas de la madre y la abuela de Andrea, entonces tildadas de brujas porque recolectaban hierbas para curar. Los boticarios no podían permitir que nadie, y menos unas mujeres, les hiciera la competencia, así que el asedio llegaba hasta meterlas en la cárcel, y así Gloria, la madre de Andrea, nace y pasa sus primeros años entre rejas. 

Andrea tiene la suerte de tener un abuelo francés, médico, que la apoya y se la lleva a París cuando muere su madre. Allí conoce a Olympe de Gouges, la primera mujer que publicó un Manifiesto por los Derechos de la Mujer, uno de los motivos por los que fue guillotinada con cuarenta y cinco años (el otro fue la defensa de la abolición de la esclavitud), casi al tiempo que en Inglaterra lo hizo Mary Wollstonecraft con su Vindicación de los Derechos de la Mujer, dos mujeres pioneras del feminismo. 

Vive en París todo el proceso de la Revolución Francesa y el ambiente miserable del pueblo francés viendo como los excesos del lujo en la corte de María Antonieta y Luis XVI es obsceno. Carlos IV despilfarró en guerras para apoyar a los monarcas franceses, enfrentándose incluso con Portugal. Una política errática y vergonzosa que culminó con la "venta" a Napoleón del país por unos miles de ducados. La historia de Fernando VII no tiene nombre. Desde el apoyo a la Inquisición hasta la derogación de la Constitución de Cádiz. Lo peor es que el pueblo español apoyara a este malvado llamándole el deseado y librando una guerra contra José I, el hermano mayor de Napoleón. Si hubiera habido un poco de inteligencia y sabiduría en este país habrían elegido a José I que poco pudo hacer en los 5 años que gobernó por el enfrentamiento con los que apoyaban a Fernando VII. De aquellos borbones impresentables fueron dignos herederos Isabel II, Alfonso XIII y Juan Carlos I, todos inmersos en la corrupción que todavía lastra a este país y que de forma vergonzosa sigue teniendo sus apoyos entre la derecha política.

Dos temas apasionantes que me han recordado este relato fueron el viaje que hizo el rey Juan VI de Portugal huyendo de Bonaparte y la guerra, con toda su corte, varios miles de personas y estableciéndola en Río de Janeiro durante varios años hasta que pasó el peligro. Y la biografía maravillosa que Stefan Zweig escribió de María Antonieta para contar la Revolución Francesa. 

Varios días inmersa en esta historia me han permitido profundizar en la conciencia de dónde estamos hoy y de dónde venimos. En 1793 guillotinaron a Olympe de Guges por feminista y hoy las feministas estamos en muchas instituciones y gobiernos. Aun así, ¡cuánto falta!

Explicando cómo era la situación en el siglo XVIII, Pilar Sánchez Vicente dice en La hija de las mareas: "Los nobles se perpetúan poniendo un huevo en cada cesta: el primero hereda el mayorazgo y lo acrecienta, el segundo va a servir al Ejército, el tercero a la Iglesia y al cuarto lo destinan a juez o notario. Las bodas les permiten unir tierras y las hijas se convierten en objetos de intercambio. La prole repetirá el concierto de tal forma que los mismos apellidos copan todos los órdenes y así es imposible que los ciudadanos tengan derechos o una justicia digna, pues no se puede ser juez y parte al mismo tiempo". 

Han pasado dos siglos y parece increíble pero muchas cosas no han cambiado tanto.


Isabel. 




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