En Mallard, un pueblito de Luisiana que ni aparece en los mapas, la población negra parece blanca. Su tono de piel es tan claro que la negritud tiene más que ver con siglos de discriminación, con una costumbre ancestral, que con la apariencia física. Esa piel blanca que muchos comparten es el resultado del esfuerzo de muchas generaciones por desligarse de un pasado común de humillación y sufrimiento. Piensan que cuanto más se parezcan a los blancos, cuanto más difícil sea diferenciarlos de los culpables de su segregación, más fáciles serán sus vidas. Para ellos, las pieles claras son el progreso, y las pieles oscuras, un pasado que desean olvidar.
Un pasado que, aun así, vuelve continuamente. Vuelve cuando un hombre aparece linchado y asesinado por escribir palabras soeces sobre una mujer blanca. Un hombre que no sabía leer ni escribir y firmaba siempre con una X. Asesinado por aceptar trabajos por poco dinero. Por trabajar demasiado bien. Por no meterse en problemas. Nunca se sabe bien por qué. Los blancos son así. Te ponen normas que luego cambian a su antojo y por las que puedes encontrarte una noche mordiendo el polvo con todos los dientes rotos y cuatro balas en el cuerpo tirado en el porche de tu casa.
"Incluso allí, en Mallard, donde nadie se casaba con personas de piel oscura, uno seguía siendo de color, y eso significaba que los blancos podían matarlo por negarse a morir. Las gemelas Vignes eran recordatorios de eso, niñas pequeñas vestidas de luto que se criarían sin padre porque los blancos así lo habían decidido".
Stella y Desiree Vignes son gemelas con la piel especialmente clara. Sus deseos de ver mundo y escapar a las vidas sin horizontes que la década de los sesenta les depara en Mallard, las impulsan a huir a Nueva Orleans, la gran ciudad, para buscar fortuna. Y pronto se dan cuenta de que su negritud a menudo se reduce a una cuestión de actitud, que para convertirse en blancas de verdad quizá baste con levantar bien la barbilla, mirar a los ojos y taconear fuerte, entrar a la biblioteca pública por la puerta principal como si llevaran toda la vida haciéndolo, vivir como si la segregación fuera un detalle que no les incumbiera. Si para dejar de ser negras basta con fingir que lo son, quizá la tentación de dejar de ser discriminadas acabe siendo demasiado fuerte.
Esta novela cuenta lo que sucede cuando alguien decide ocultar una parte fundamental de su identidad para huir del dolor. Cuando decide sacrificar la libertad de mostrarse tal cual es para salvarse de la discriminación. Es un dedo en una llaga poco habitual del racismo: la que lleva a sus víctimas a asimilarse con quienes las oprimen, a huir de su identidad para salvarse, a pesar del altísimo precio que pagan por hacerlo.
Stella y Desiree son dos hermanas gemelas rotas por una mentira, dos mitades partidas por el racismo que define la identidad estadounidense. Para protegerse de una vida de humillación, para poder amar y ser amada por lo que ella cree que es y no por lo que los demás ven en ella cuando se dan cuenta de que es negra, una de las dos construirá su futuro sobre una mentira. Pero ¿se puede dejar atrás el pasado para siempre para alcanzar paz, amor y riqueza?
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