Hay algo en las ilustraciones de Esther Gili que me atrae sin remedio. Me sucede lo mismo que con ciertas personas: es verlas y me pongo contento, diluyen las preocupaciones como la luz del sol las pesadillas. Y lo mejor es que la Olivia de este cuento, creada por Susanna Isern, consigue lo mismo: con su búsqueda de plumas para unos peces en apuros aligera el corazón.
¿Y para qué querrán unos peces tantas plumas? Pues quién sabe. Pero lo cierto es que en la charca donde viven y donde juegan a mordisquearle los pies a Olivia, cada vez hay menos agua. Y cualquier método es bueno para tratar de llegar al mar. Plumas, eso es lo que le pide el pez plateado a Olivia. Plumas, cuantas más mejor. Y allá va ella, en búsqueda de plumas para sus peces en apuros.
Plumas rosas de flamenco, blancas de lechuza y negras de cuervo.
Plumas saladas de gaviota, mojadas de pingüino, charlatanas de cotorra.
Plumas largas, cortas, rectangulares y redondas...
Plumas para que vuelen la imaginación... Y los peces.
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