miércoles, 29 de abril de 2020

MARIANELA

Cuando Patricia lee a Cervantes se le pone una sonrisilla que desde la comisura de sus labios exclama qué tío, qué bueno es, ¡genio y figura, don Miguel! Cada cierto tiempo suelta una carcajada y me lee una frase o un párrafo con la voz vibrante de entusiasmo y picardía. Hay en ella una admiración genuina y disfrutona en su forma de paladear sus lecturas de El Quijote que da gusto ver y compartir. Y que yo, de alma menos cervantina y más decimonónica, sólo encuentro en las novelas de Galdós. 

Empecé este año galdosiano con Doña Perfecta, novela irónica, política, de crítica feroz a esa España de carlistas y nostalgias visigodas, que me encandiló desde la primera página y que me dejó con hambre de más. Y he encontrado en Marianela (1878), publicada dos años después que Doña Perfecta, rastros de la misma exaltación apasionada, aquí liberados de la política y de la patria para condensarse en ese personaje inolvidable de la pequeña Marianela, "criatura abandonada, sola, inútil, incapaz de ganar jornal, sin pasado, sin porvenir, sin abolengo, sin esperanza". 

Galdós parece incapaz de no deslizar alguna crítica social en sus novelas, y aquí no faltan las descripciones del trabajo inhumano de los mineros en Cantabria o de la caridad con que la gente acomodada sofoca su conciencia ante el sufrimiento de los demás. Pero Marianela me ha parecido, sobre todo, una novela de emociones íntimas. De amor, quizá. Pero no sólo. También de compasión. De amistad que no cabe en sus cauces habituales y se desborda y confunde a los personajes que no saben qué hacer con ella. 

"Si hay personas que de un palacio hacen un infierno, hay otras que para convertir una choza en palacio no tienen más que meterse en ella". Pero ninguna de estas personas es Marianela, con su "cara fea y su cuerpecillo chico". Excepto, quizá, cuando hace de lazarillo para el ciego Pablo que, agarrado a su mano, descubre la belleza del mundo a través de las descripciones que ella le hace. Y entonces la belleza de Marianela se despierta de su letargo y se despliega ante los únicos ojos que la pueden ver. 

Marianela es una novela conmovedora, desgarradora en su patetismo, que esconde una lección muy recurrente, creo, en Galdós: no sirve de nada ayudar a alguien si no te preocupas antes por preguntar qué necesita. 



4 comentarios:

  1. ¡Hola! Sigo leyéndoos desde la distancia y acordándome de vosotros y de los tiempos difíciles para tanta gente, también para los pequeños grandes libreros. Gracias por seguir reseñando, espero que estéis bien. Y mucho ánimo para la puesta en marcha. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por leernos, Guille, y por tu mensaje cariñoso. Estamos todos bien y con muchas ganas de volver a nuestra rutina libresca de conversaciones, abrazos y contacto con la gente.
      Un abrazo.

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  2. Y muchas ganas de leer a Galdós, en este año galdosiano :)

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    1. ¡Sí! Nosotros lo estamos redescubriendo tras muchos años sin acercarnos a él y con cada lectura nos fascina más. Ya somos galdosianos hasta la médula.

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