Millones de hombres jóvenes fueron a la guerra de 1914 entusiasmados. Unos meses de heroísmo por la patria, pensaban. La exaltación de la muerte romántica, de las canciones de gesta, los cuadros épicos y las novelas exaltadas. A los dos años, tras la batalla del Somme y varios millones de muertos en el lodo maloliente de las trincheras, el patriotismo heroico quedaba muy lejos, y lo que sentían la mayoría de soldados era rabia y desesperanza, como queda retratado en los impactantes poemas de Wilfred Owen y tantos otros poetas que lucharon y murieron en el frente, y como cuenta Vera Brittain en estas memorias de juventud.
Vera Brittain tuvo una infancia plácida en la década de 1900, sin sobresaltos, pero con un horizonte muy estrecho. En el ambiente provinciano en el que se crio, había poca educación y poca ambición por descubrir algo más que los eternos campos verdes de la campiña inglesa. Un mundo de puertas y ventanas firmemente cerradas a cualquier novedad. "Sólidos muros provincianos que ceñían la pomposidad de una burguesía complaciente". La intelectualidad femenina tenía mala fama. Las mujeres que estudiaban eran ridículas, excéntricas y de incorregible carácter. Estudiar era una forma rápida de condenarse a no encontrar nunca un marido, el oprobio social más escandaloso para una burguesa provinciana.
Muy pronto Vera se rebeló contra ese sexismo estructural y decidió que, al igual que su hermano y sus compañeros de promoción, quería estudiar en Oxford. Los cimientos de sus profundas convicciones feministas surgieron de una educación pensada para convertir a las mujeres en criaturas decorativas para sus maridos y para la sociedad. Sus reflexiones de esta época de lucha sufragista previa a la guerra son increíblemente modernas, y me ha encantado descubrir su inteligencia vivaz y sus ganas de vivir dedicadas a una emancipación femenina que en la década de 1910 ya empezaba a ser un clamor en Inglaterra.
La época de radiante prosperidad victoriana fue hecha añicos por la guerra, pero no así la lucha feminista, que el conflicto impulsó y aceleró. Vera cuenta cómo, por ejemplo, la guerra transformó el mundo del decoro. En 1910 las mujeres jóvenes iban tapadas de la barbilla a los tobillos. En 1925 había desaparecido toda vergüenza y los trajes de baño habían liberado la piel de las mujeres de toda prenda accesoria para siempre.
Vera Brittain |
Testamento de juventud son unas memorias de feminismo, guerra y pacifismo. Pero es la guerra el eje de todo. Es un canto elegiaco al "bellísimo legado de un mundo desaparecido", a ese mundo de ayer que tan bien retrató Zweig en sus memorias. Me ha gustado su prosa elegante, admirada por Virginia Woolf. Su sutileza, su suave ironía a la hora de criticar el provincialismo burgués y esa capacidad de reírse veladamente de sí misma que tanto echo de menos en escritores españoles, tan serios y trascendentes, y que parece una marca genética de los escritores británicos. Y también ese dolor provocado por la guerra que acabó con la vida de millones de hombres jóvenes y traumatizó a una generación entera.
"Es culpa de Europa, y no nuestra, que hayamos madurado merced a una amargura precoz, y que hayamos descubierto que la belleza se desvanece, y que detrás de ella se agazapa una realidad desalentadora. [...] Pero, ¡no desesperes, niño mío! La guerra acabará tarde o temprano, y tal vez, si seguimos con vida dentro de tres o cuatro años, podamos recuperar la infancia escondida y descubrir que, a fin de cuentas, el polvo y la ceniza que la recubría no la ha echado del todo a perder".
Tras pasarse toda la guerra sirviendo de enfermera voluntaria en Inglaterra, Malta y Francia, Vera Brittain volvió a un país de polvo y ceniza y constató, como tantas mujeres en su misma situación, que seguir con vida traería consigo un vacío aterrador y sería una prueba quizá tan exigente como la que acababa de pasar.
Buenas tardes! Por favor, reservadme uno a mi nombre. Julián R. Gracias y ánimo amigos
ResponderEliminarMil gracias, Julián.
EliminarYa está apuntado.
¡Un fuerte abrazo!