lunes, 27 de enero de 2020

FACHA

Mucha gente lee el título de este libro y lo entiende como un insulto. Y es que la normalización de la ideología fascista en los últimos años ha consiguido que el término fascista suene excesivo. Siempre asociaremos el fascismo a un pasado que es necesariamente peor que nuestro presente, porque lo vemos como algo absoluto, y no como un horror hacia el que se evolucionó poco a poco desde una cierta normalidad. ¿Exageramos cuando decimos que políticos de extrema derecha como Trump, Salvini, Orbán, Putin, Le Pen o Abascal promueven políticas fascistas? Para saberlo a ciencia cierta, hay que saber qué son las políticas fascistas y compararlas con las que hacen estos señores. He encontrado pocos libros más claros y útiles (y menos insultantes) que este de Jason Stanley. 

Siguiendo el ejemplo de Umberto Eco y su clasificación del fascismo en catorce puntos recogida en Contra el fascismo, el autor defiende que las políticas fascistas se basan principalmente en la promoción de un pasado mítico, de la propaganda, del antiintelectualismo, la jerarquía, la irrealidad, el victimismo, la xenofobia, la meritocracia y una división de la sociedad entre un nosotros y un ellos. Cada capítulo lleva al siguiente porque cada uno de estos aspectos forma parte de una estrategia global en la que todos están conectados y dependen entre sí. 

Muchas cosas me han llamado la atención de este libro. En especial, la idea de la influencia del racismo estadounidense en el auge del fascismo europeo tras la primera guerra mundial, y cómo las políticas racistas norteamericanas en los dos últimos siglos han promovido y siguen promoviendo la normalización de políticas fascistas, no solamente en cuestiones raciales, sino en muchos ámbitos de la sociedad norteamericana. Y me ha resultado asombroso que el libro, centrado en la política estadounidense con ejemplos de Rusia, Turquía, Hungría y Polonia, y escrito antes del ascenso de la extrema derecha en España, describe a la perfección, punto por punto, todas las tácticas usadas por Vox en los dos últimos años. Para cada ejemplo norteamericano o húngaro o polaco, podemos encontrar un ejemplo español. Hasta ese punto entran dentro del mismo esquema, cada uno con sus particularidades, todos los lenguajes fascistas. Hasta ese punto logran dañar las sociedades de la misma forma. 

Que nuestra identidad sólo sea posible a través de la marginación del otro es uno de los objetivos de las políticas fascistas. Jason Stanley insiste especialmente en esta idea: la división de la sociedad entre un ellos y un nosotros. Y aunque esta deshumanización no es una táctica exclusiva de la extrema derecha (no son fáciles de olvidar aquellas alusiones de políticos de Podemos a "los de abajo contra los de arriba"), todos los partidos de corte fascista insisten en ello desde sus ataques a la educación pública, al estado del bienestar, a los sindicatos y a esa defensa natural de la igualdad entre hombres y mujeres que ellos llaman ideología de género. Venden la intención de proteger la libertad y los derechos individuales, pero su objetivo es proteger únicamente la libertad y los derechos de un grupo elegido, su grupo. Un grupo homogéneo que comparte color de piel, idioma, cultura, religión e ideología. Quieren la libertad, pero sólo la de unos pocos. Y siempre a costa de quitársela a los que no son como ellos.

Quienes perciben el título de este libro como un insulto se sienten víctimas. Ellos, hombres blancos occidentales, se sienten amenazados por el creciente ascenso de las minorías que en unos años pueden arrebatarles sus privilegios. La igualdad, ese desafío a las leyes de la naturaleza, es una afrenta a su superioridad. Que las mujeres, el colectivo LGTBI o los inmigrantes puedan llegar a tener tantos derechos como ellos les inquieta. Y no lo aceptan. Sólo hay que ver cómo actúa la derecha de nuestro país cada vez que pasa a la oposición. No lo toleran. Y lo critican todo, hasta las medidas que ellos mismos aprobaron y que, si no son ellos quienes las aplican, pasan de considerarlas beneficiosas a tacharlas de nefastas. 

Me gusta tener este libro en la librería. No como provocación, sino como advertencia. El prólogo de Isaac Rosa lo explica muy bien: las políticas fascistas están normalizando lo que hace unos años considerábamos inaceptable, estamos comprando su discurso, entrando en debates estériles que parten de premisas falsas, estamos dejando que el miedo ante hechos inventados nos divida, tanto en Twitter como en las cenas familiares. Estamos sacrificando la razón para hacer de la emoción el motor de la política. Y ya basta. Desmontemos sus mentiras punto por punto. Una y otra vez. Recuperemos el respeto y la tolerancia, enarbolemos la empatía cada día, en cada conflicto. Pensemos que cada vez que nos definimos por lo que nos diferencia y no por lo que nos une, la convivencia se descompone. Y no nos lo podemos permitir. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario