Este cómic suena. Suena a nocturnos de Chopin, a la belleza estática de un Ravel que te eleva por encima de la realidad. Suena a mimo y concentración, a un secreto largamente guardado capaz de esperar toda una vida hasta encontrar la persona adecuada para salir de su oscuridad y florecer.
Julien Dubois es un anciano cascarrabias que vive recluido en una gran mansión. Hace muchos años llenaba salas de todo el mundo con sus espectáculos musicales hasta que algo lo retiró abruptamente de los escenarios. Desde entonces vive rumiando su pasado. Un pasado anterior a la gloria pública que lo encumbró. Un pasado que flota a su alrededor como el segundo movimiento del concierto para piano de Ravel.
Adéline Jourdain es una periodista empeñada en entrevistar al viejo maestro. Tan empeñada como para quedarse a dormir en la escalinata de su mansión hasta que le abran la puerta y le permitan hacer sus preguntas. Quiere saber por qué esa reclusión, por qué vive de esa manera tan alejada del mundo aquella estrella que un día hizo bailar y sonreír a toda una generación.
Un piano de cola asiste mudo a su encuentro. Y a la relación que se va tejiendo entre los dos. Un piano de cola que guarda la memoria de un niño con gafas al que obligaron a ser el mejor, de un profesor con cara de cabra, de una madre dispuesta a todo por el éxito, y de una rivalidad que marcaría, compás tras compás, toda la vida de Julien Dubois.
Filipe Melo y Juan Cavia mezclan personajes de ficción con la vida del gran pianista francés François Sansom en una novela gráfica emocionante que estoy convencido que puede encender la llama de la delicadeza en el corazón de cualquier lector.
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