lunes, 28 de octubre de 2024

BALADA PARA SOPHIE

Este cómic suena. Suena a nocturnos de Chopin, a la belleza estática de un Ravel que te eleva por encima de la realidad. Suena a mimo y concentración, a un secreto largamente guardado capaz de esperar toda una vida hasta encontrar la persona adecuada para salir de su oscuridad y florecer. 

Julien Dubois es un anciano cascarrabias que vive recluido en una gran mansión. Hace muchos años llenaba salas de todo el mundo con sus espectáculos musicales hasta que algo lo retiró abruptamente de los escenarios. Desde entonces vive rumiando su pasado. Un pasado anterior a la gloria pública que lo encumbró. Un pasado que flota a su alrededor como el segundo movimiento del concierto para piano de Ravel

Adéline Jourdain es una periodista empeñada en entrevistar al viejo maestro. Tan empeñada como para quedarse a dormir en la escalinata de su mansión hasta que le abran la puerta y le permitan hacer sus preguntas. Quiere saber por qué esa reclusión, por qué vive de esa manera tan alejada del mundo aquella estrella que un día hizo bailar y sonreír a toda una generación. 

Un piano de cola asiste mudo a su encuentro. Y a la relación que se va tejiendo entre los dos. Un piano de cola que guarda la memoria de un niño con gafas al que obligaron a ser el mejor, de un profesor con cara de cabra, de una madre dispuesta a todo por el éxito, y de una rivalidad que marcaría, compás tras compás, toda la vida de Julien Dubois. 

Filipe Melo y Juan Cavia mezclan personajes de ficción con la vida del gran pianista francés François Sansom en una novela gráfica emocionante que estoy convencido que puede encender la llama de la delicadeza en el corazón de cualquier lector. 




jueves, 24 de octubre de 2024

ANGLOSAJONES. LA PRIMERA INGLATERRA

P. y yo volvimos de Suecia fascinados. La semana que pasamos este verano nos supo a poco y, en el avión que nos alejaba del aeropuerto de Arlanda, nos prometimos volver pronto a seguir explorando el país de norte a sur. Como las vacaciones son escasas y no sabemos cuándo cumpliremos nuestra promesa, de vuelta a la tórrida meseta ibérica tratamos de conjurar la nostalgia (y de seguir alimentando la curiosidad) con la serie Vikingos. Que ya sé que estrictamente poco tiene que ver con Suecia y que es un topicazo como que un japonés vuelva de España y se ponga a seguir canales de flamenco en Youtube. Pero uno tiene las ideas y los placeres culpables que se puede permitir, así que allá nos pusimos a darnos el atracón de las seis temporadas. ¿Y esto qué tiene que ver con anglosajones? Pues a ello voy. 

Entre que en nuestro viaje todos los suecos que nos encontramos parecían tan a gusto con el inglés como con el solecito improbable que tuvimos la suerte de disfrutar siete días seguidos, y que había pocas aficiones más gustosas para los vikingos que saquear las costas inglesas, mi placer culpable (¿culpable por qué?) me llevó a este libro. Y a la sinuosa fuente usada para el título. A veces bastan una A con vuelo y una E redonda como un escudo para hacer viajar la imaginación. Vi la portada y me lo llevé a casa. Sin más. 

De todo lo que podría comentar de este libro, voy a intentar quedarme con tres ideas. La primera es que la historia de los pueblos que habitaron lo que hoy llamamos Gran Bretaña desde la caída del Imperio Romano hasta la conquista normanda en 1066 no se explica sin la influencia de los pueblos de origen germánico y escandinavo. De origen germánico fueron los sajones, jutos y anglos que llegaron a la isla y tomaron el poder en el siglo V. Y de origen escandinavo fueron los daneses y más comúnmente llamados "los hombres del norte" que llegaron a partir de 793 y que estuvieron casi tres siglos en contacto con los anglosajones y mezclándose con ellos. Pero la historia no ha tratado por igual a las invasiones de germánicos y escandinavos. A pesar de que ambos tenían unas costumbres, una religión y una cultura de origen similar, a posteriori a los germánicos se los consideró pueblo inglés y a los escandinavos, pueblo invasor. Que los primeros adoptaran mucho antes el cristianismo no es casual. Algo parecido pasó en la Península Ibérica con los visigodos y los árabes. Ambos invasores, ambos no cristianos en origen. Pero los primeros "llegaron" mientras que los segundos "invadieron". Los primeros son nuestros ancestros. Los segundos siempre serán los otros. Ay, las palabras. Ay, la xenofobia nuestra de cada día. 

La segunda idea (y esta es más breve) es que el autor tiene un estilo fluido que da gustar leer. Atrás quedaron los ensayos académicos con mil notas al pie que más parecían escritos para un director de tesis encerrado en su torre de marfil que para que cualquier mortal pudiera entenderlos. Incluso en los momentos que menos me interesaban, sencillamente no podía parar de leer o saltarme páginas. Un diez para la claridad y la fluidez. 

Y la tercera es que este ensayo, como la inmensa mayoría de ensayos históricos, es un relato pormenorizado de las vidas y milagros de un grupito reducidísimo de gente poderosa. De hombres poderosos. Yo entiendo que sus vidas son interesantes y que influyeron decisivamente en el desarrollo de las sociedades de su época, ¿pero qué pasa con el restante 99,99% de la población? Es que parece que si sabemos todo lo posible sobre unos cincuenta o sesenta reyes y nobles, podemos dar por sabida la historia completa de una isla como la inglesa durante cinco siglos. Y no sé. He echado en falta a la gente corriente. A las mujeres. A los desfavorecidos. A los que sufrían la megalomanía de sus reyes y nobles. A los campesinos. A los monjes. A los viajeros. Cómo se veían y cómo veían a los demás. Cómo entendían el poder, las migraciones, las religiones, la libertad. A qué aspiraban. He echado de menos tocar la tierra, escarbarla, olerla. Ya sé que no se le pueden pedir novelerías a los ensayos. Pero la tierra también es historia. A veces más que la ambición por una corona. 

En fin. Que no pare la curiosidad por los vikingos (que, por cierto, parece que no se llamaban a sí mismos vikingos). Pronto caerá otro ensayo. Este promete más tierra y menos coronas. 





lunes, 21 de octubre de 2024

PRESENTES

El 20 de noviembre de 1936 fue fusilado en Alicante José Antonio Primo de Rivera. Durante dos años, el bando nacional ocultó su muerte y se le tuvo por ausente, dando alas a todo tipo de teorías sobre su paradero. En noviembre de 1939 se trasladó su cuerpo desde Alicante hasta El Escorial a hombros de voluntarios falangistas. Fue un cortejo fúnebre de diez días con antorchas y toda la parafernalia litúrgica con la que el régimen franquista quiso escenificar un homenaje místico a la figura política que, a pesar de no haber obtenido apenas apoyo electoral antes de la guerra, más pasiones suscitaba entre sus filas. A partir de ese momento, José Antonio pasó a estar presente, y así se gritaba exaltadamente por todo el país. Paco Cerdà ha recreado con una literatura apasionada esa presencia del jefe de Falange, un hombre que, aun muerto, era capaz de magnetizar a todo un país, enmarcándola con otras presencias de personas más o menos conocidas que ayudan a entender ese momento histórico de inflexión en la historia de España. 

Presencias como la de un tal Miguel en la cárcel escribiéndole a una tal Josefina versos sobre una cebolla y sobre que nunca se dejaría atar el alma. Presencias como la de una Muchacha sin nombre de catorce años embarazada por una violación con dos posibles culpables, y, ante la duda del instructor del caso, con ninguno. Presencias como la de una tal Pilar, descrita en seis páginas de literatura bellísima y arrebatada, que un día de 1939 leyó que su amor secreto, el gran poeta, ya no recordaría nunca más sus días azules de la infancia. Presencias como la de otra Pilar, ambiciosa y revolucionaria, que en pocos años convirtió una sección de siete mujeres de un partido político irrelevante en la organización femenina de masas más grande e influyente de la historia de España, capaz de modelar y someter la mente de varias generaciones de mujeres. Presencias que sangran como acaba de sangrar el país, que corren paralelas a la del «cadáver que marcha con sus escuadras azules por las venas abiertas de España». 

El objetivo no era trasladar un cadáver, dar reposo definitivo a un cuerpo, sino «dejar erigida una doctrina». Levantar un monumento simbólico al nuevo régimen, con el fin de comenzar la evangelización de España en la fe falangista. No bastaba con haber vencido: ahora tocaba convencer. Y cualquier medio era lícito. Ya lo había dicho el santo José Antonio: ejercer la violencia nunca sería un problema. 

Con su excepcional literatura arrebatada, este libro podría ser el reverso tenebroso de lo reflejado en el luminoso 14 de abril. Ambos con sus grises. Pero mientras aquel día de primavera prometía ser el inicio de un camino esperanzador, aquí la sombra de la muerte, de la amenaza y del miedo es alargada. Tan alargada que duró casi cuarenta años. Y, tristemente, aún no nos hemos deshecho de ella. 



lunes, 14 de octubre de 2024

ESTE MUNDO CIEGO

Recuerdo el contraste entre la crudeza y el lirismo de la anterior novela que leí de Jesmyn Ward, La canción de los vivos y los muertos. El impacto emocional que me provocó. Coincidimos P. y yo, creo, que era de las mejores novelas que habíamos leído nunca, y que era casi imposible de recomendar. ¿Cómo hacerse responsable de una historia así? A caballo entre el mito y la realidad, entre lo onírico y la más terrible lucidez, su nueva novela transita por caminos parecidos, en este caso en la época de la esclavitud en el sur de los Estados Unidos. Por momentos me ha recordado a El ferrocarril subterráneo, de Colson Whitehead, otro referente de la lucha por denunciar el racismo estadounidense desde una literatura lírica y personalísima. Pero creo que Ward va más allá todavía y aporta una mirada femenina excepcional y poderosísima. 

«Este amplio infierno ahogado en llanto. La hilera se mueve bruscamente. Los hombres empiezan a avanzar por el camino, torpes con sus cadenas. Algunas mujeres gritan, asustadas, cuando iniciamos la marcha. Pateo el suelo como patearía al amo si alguna vez, alguna vez, tuviera la oportunidad, y me aparto del hombre que me dio el color mestizo de mi piel. Escupo y maldigo el suelo del hombre que nos vende a Safi y a mí por haber recobrado una pizca de la vida que nos había robado. Al hombre que violó y vendió a mi madre». 

Las historias y los recuerdos son lo único que mantienen a la protagonista en pie. Historias de los vivos, historias de los muertos, historias de los que vagan en la penumbra y descienden peldaño a peldaño las escaleras de este mundo ciego. Historias de hombres y mujeres que cargan con los enormes fardos de su tristeza, que «miran su derrota a través de un horizonte invisible». 

«Te marcan. Te marcan con la flor de lis en la cara para que todos, para que cada persona que te vea sepa que huiste y te atraparon. Te ponen cadenas en los pies, te hacen andar con brazaletes de acero hasta que se convierten en tu piel. Te ponen collares, collares de metal que te muerden el cuello, que te hacen pequeñas gargantillas de llagas. Y eso si no te disparan, si no te ahorcan, si no te degüellan porque tuviste el descaro de reclamar tu vida». 

De esta novela me quedo con su sensibilidad abrumadora. Con su escritura en carne viva, que sabe acariciar y desgarrar en un mismo gesto. Con su capacidad para ver más allá de lo aparente, para penetrar en el interior de las emociones y bucear por sus recovecos. Siempre más allá de la realidad que ven los demás, como su protagonista, que ve en el agua ondulaciones que nadie más ve, que escucha lo que otros no oyen, que sabe que la realidad siempre puede ser algo más que lo que los demás dicen que es. Me quedo con la capacidad de resistencia de esas mujeres «que se arrastran por el suelo buscando, buscando incluso en sueños algo parecido a un cuerpo amable, a una voz suave, a una mano que se alce y diga: levántate, levántate y ven, tengo un lugar para ti». 

Porque en el centro del sufrimiento se esconde siempre la veta intocable en la que late encapsulada la esperanza. «Una veta que se abriría paso hasta florecer». 





jueves, 10 de octubre de 2024

DESCOLONIZANDO LA MENTE PALESTINA

Israel está en todas las noticias desde hace ya más de un año. Nos levantamos y nos acostamos con la misma palabra. Israel. Un diminuto estado en la otra punta del Mediterráneo. El adalid de la guerra declarada contra los derechos humanos desde hace 75 años. Israel. Un estado que no tolera la existencia de ninguna amenaza y responde siempre con violencia ante cualquier persona u organización que perciba como un riesgo para su integridad. Un estado que tiene en el centro de su identidad su condición de víctima y, por lo tanto, necesita siempre un agresor que señalar para reconocerse en su identidad. Un estado preso de la violencia que provoca para poder seguir enarbolando su excepcionalidad. 

Hace unos meses, España reconoció el Estado de Palestina. Se unió así a los otros 144 países que lo han reconocido, tres cuartas partes de los países que integran las Naciones Unidas. Pero por mucho que se sucedan los reconocimientos internacionales, la realidad es que no existe de facto un Estado Palestino propiamente dicho, sino un Estado Israelí con derechos exclusivos para los judíos que priva de los derechos humanos fundamentales a los palestinos, con muchas semejanzas a la Sudáfrica del apartheid. 

La solución de los dos estados ya era imposible antes del 7 de octubre de 2023. No se puede crear un Estado Palestino sin continuidad territorial, con asentamientos de colonos judíos en su interior, con un muro externo e interno creado para separar comunidades y privilegiar los desplazamientos judíos, con una parte del territorio bloqueado y con una ley racista que discrimina a los palestinos que viven en Israel. Pero ahora la solución de los dos estados se ha vuelto del todo inimaginable. ¿Qué estado palestino puede surgir con un país vecino que tiene carta blanca internacional para asesinar a sus ciudadanos? 

Para este pequeño ensayo, Haidar Eid se ha inspirado en las posiciones de Edward Said, el intelectual palestino que criticó duramente los Acuerdos de Oslo y la connivencia de los gobiernos palestinos con la ocupación israelí y sus abusos. Junto con Ghassan Kanafani y Mahmoud Darwish, Said «contribuyó decisivamente a que Palestina se convirtiera en la causa con un contenido más moral de nuestro tiempo». Y centró su enfoque en señalar el error de confiar en que se llegaría a un acuerdo con Israel que trajera la paz y restituyera los derechos fundamentales de los palestinos. La alternativa para Said, para Haidar, y para un número cada vez mayor de palestinos, es la creación de un estado único laico y democrático en el territorio de la Palestina histórica que no discrimine por raza, etnia o religión y que no se base en la opresión de una comunidad sobre otra. Un estado único laico y democrático para judíos y palestinos en el que puedan convivir en igualdad de derechos. En Sudáfrica funcionó. ¿Por qué no en Palestina?






lunes, 7 de octubre de 2024

COMO SI FUERA UN RÍO

Como si fuera un río. Fluyendo, viajando de un lugar a otro. En perpetuo movimiento. Así deben vivir los que son perseguidos. Deslizándose en la oscuridad, siempre hacia delante. Así vive el joven Wilson Moon, un muchacho con la piel no suficientemente blanca para la susceptibilidad de la gente que necesita sentirse superior. 

En 1949, el diferente era siempre el culpable. Y para que no quedara duda, se usaban palabras como piel roja, mexicano, indio, chusma, ladrón, sucio perro. Palabras que escupían, palabras que señalaban y ponían una diana en la espalda de cualquier muchacho que se atreviera a pasear por un pueblo a plena vista. Un muchacho como Wilson Moon. 

A veces basta un único suceso en la vida de alguien para cambiar su curso para siempre. Para la joven Victoria Nash, ese suceso es cruzarse con Wilson Moon en una calle de su pueblo de Colorado. Cruzarse con su sonrisa, con sus ojos penetrantes. Con ese andar tranquilo y paciente que parece acoger en su movimiento el aire y la luz y el vuelo de las mariposas. 

Mi madre me recomendó esta novela con mucha pasión, y entiendo perfectamente por qué le gustó. Habla de maternidad, de renuncia, de amor invencible que no se deja abatir por el paso del tiempo. Habla de racismo y de dignidad, de violencia y de ternura. De una capacidad de resistencia puesta a prueba una y otra vez en las más duras circunstancias. Y de naturaleza salvaje. Y del sentido del asombro. Y de melocotones. 

La novela de los melocotones, ¿la has leído ya?, me decía. Y es que hueles a melocotones y tocas sus hojas dentadas y sientes la respiración de sus ramas mientras avanza esta historia de pérdida y redención y esperanza más allá de lo probable. Me ha gustado mucho. Me ha encantado. Tiene una sabiduría sencilla capaz de tocar canciones muy bonitas en las cuerdas de la sensibilidad de mucha gente.