lunes, 20 de mayo de 2024

ESTO ES PROPAGANDA VEGANA (Y OTRAS MENTIRAS DE LA INDUSTRIA CÁRNICA)

Este ensayo parte de tres afirmaciones científicas: comer animales es innecesario, comer animales destruye nuestro planeta y comer animales nos enferma. Las tres están respaldadas por cientos de estudios que las corroboran. Hay muchas explicaciones psicológicas e ideológicas que explican por qué la gente come animales, incluso sabiendo que estas afirmaciones son ciertas. Pero cada vez hay más personas que no comen animales, que no quieren pagar para que se someta a un sufrimiento atroz a miles de millones de animales, que no quieren fomentar la destrucción de nuestro medio ambiente y que quieren cuidar mejor de su salud. Este libro es una defensa apasionada, profusamente documentada, de cómo lo que elegimos comer puede mejorar nuestra vida y mejorar nuestro entorno. A mí me ha indignado, me ha emocionado, me ha volado la cabeza. Me ha dado la vuelta. 

La primera afirmación científica, comer animales es innecesario, tiene su vertiente moral: comer animales es cruel. Los animales merecen consideración moral, sus vidas tienen más valor que servirnos de alimento. Empatizar con su sufrimiento es el primer paso para denunciar la crueldad de la que son víctimas y la cosificación que nos permite considerarlos meros trozos de carne que llevarnos a la boca. 

¿Somos verdaderamente tan distintos de los animales? En la película La sociedad de la nieve el dilema moral que ha fascinado a millones de personas consistía en si es licito comerse la carne humana de personas muertas para sobrevivir. Sin embargo, no parece existir dilema sobre comer carne no humana por placer. ¿De verdad los seres humanos son tan iguales a nosotros y los animales tan distintos? Si nos parece atroz comernos a los perros, ¿por qué nos resulta tan natural comernos a los cerdos? Si la respuesta es que es cultural, quizá ya va siendo hora de empezar a cambiar esa cultura. Una cultura acientífica, destructiva y malsana. 

Actualmente el 11% de la población española se considera veggie (vegetarianos, veganos y flexitarianos). Si todo el mundo tuviéramos que ver y oler y escuchar cómo mueren los animales que nos comemos; si nos convenciéramos de que el consumo de carne y pescado es de las conductas humanas más contaminantes y que más contribuyen a la degradación del medioambiente en todo el mundo; si nos enseñaran y quisiéramos aprender que una dieta vegetal reduce el riesgo de cardiopatías, de diabetes y de cáncer, y alivia los síntomas derivados de estas enfermedades, haciendo que dependamos menos de los fármacos para desarrollar una vida sin dolor, entonces estoy convencido de que la mayoría de la población sería veggie

Yo he comido mucha carne, luego menos, luego ya solo pollo y pescado ocasionalmente, y pronto dejaré de comer productos de origen animal por completo. Sé que la mayoría de la gente que me rodea seguirá comiéndolos. Y no habrá nada que yo pueda hacer para cambiarlo. Pero, precisamente por eso, para conciliar lo que creo que es moralmente correcto con la conducta alimenticia de la mayoría, me interesa mucho saber por qué la gente come animales. Por qué los he comido yo hasta hace nada. Ed Winters lo explica muy bien. No es solo porque les guste o por costumbre. Es también por estatus, por la idea (falsa) de que un día sin comer animales es un día sin las proteínas necesarias para una buena salud. Y también es por ideología. Incluso por roles de género. Cuánta masculinidad tóxica, cuánta virilidad necesitada de reafirmación constante nos lleva a los hombres a pedir siempre animales en los restaurantes, como si cualquier opción vegetariana fuera un signo de debilidad, de feminidad, de tío triste y aburrido que no sabe disfrutar de las cosas buenas de la vida. 

Comer animales es lo normal. Es tremendamente difícil dejar de hacerlo y que tu socialización no se resienta. Empezando por tu propia familia. Dejar de comer animales es remar contracorriente. Y la corriente es muy poderosa. También lo era (y lo sigue siendo) cuando empezamos a tener conciencia feminista y nos negamos a perpetuar la desigualdad de género en cada conducta cotidiana. Cuando luchamos por desterrar el tabaco de los espacios cerrados y en 2002 se empezó a advertir a los fumadores en las cajetillas con el mensaje: FUMAR MATA, tras setenta años (¡setenta años!) de estudios alertándolo. En unos años, quizá unas décadas, es muy probable que el mismo mensaje venga por ley en las bandejas de carne. Los estudios no pueden ser más claros y llevan años repitiéndolo. ¿Vamos a esperar setenta años para hacerles caso? 





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