Jo, no me esperaba que me gustara tanto este cómic. Me ha sentado tan bien su ligereza y su crítica, esa forma sutil que tiene de mezclar lo simpático con la reivindicación, que ahora mismo solo quiero leer más historias de Aude Picault para animar mi activismo con amabilidad.
Claire es una mujer de treinta y dos años que encadena una relación efímera tras otra buscando una solidez, un ideal que no termina de encontrar. Su madre se exaspera, no lo entiende: ¿otra vez habéis roto? Cualquiera diría que no sabes lo que quieres. Pero no es así. Ella sabe muy bien lo que quiere. Lo que pasa es que no lo encuentra. Sus expectativas son mucho más altas, quizá, que las que tenía su madre a su edad. Y, a pesar de la presión social, no está dispuesta a conformarse con cualquier relación.
Claire es enfermera pediátrica en una unidad de neonatos, y el día a día de su trabajo me ha parecido de una ternura maravillosa, un homenaje a los cuidados que contrasta con la escasa sensibilidad de los hombres que la rodean. Hombres que intentan acostumbrarla a relaciones basadas en la desigualdad de género, hombres más o menos insatisfechos que no dan palo al agua y que provocan que sus mujeres se saturen y paguen su cansancio y su ansiedad con sus hijos y consigo mismas.
Esta es una historia sobre un mandato invisible que determinó las vidas de nuestras madres y abuelas, y que sigue vigente de las formas más insidiosas: el mandato de tener novio como objetivo de vida. Es un mandato que recae con más peso sobre las mujeres que sobre los hombres. Como si la vida en pareja fuera obligatoria, un fin en sí mismo. Un requisito indispensable para la vida plena. Y para ello, desde múltiples frentes, se trata de instruir a las mujeres sobre las tácticas para conseguirlo: reafirmar la confianza de los hombres en su virilidad, valorarlos todo el rato, hacerles sentirse especiales, necesitados, el centro de tu atención y presentarse siempre a ellos perfectas, es decir: "depilada, rasurada, engominada, embadurnada, con champú, acondicionador, peinada, maquillada, a régimen, con una imagen superestudiada". Es decir, como dice Claire, fingir todo el rato. Fingir para crear el espejismo de una ilusión que se esfuma a la mañana siguiente.
Este Ideal estandarizado está contado con una ternura inocente. Una delicadeza tranquila. Eso es lo que más me ha gustado, el tono, muy determinado por el dibujo, claro, por esos trazos que consiguen que empatizar con Claire sea tan fácil como pasar la segunda página. Una comedia agridulce sobre los placeres y sinsabores de una mujer en la treintena con un hambre insatisfecha de amor y de vida.
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