jueves, 18 de mayo de 2023

555

Domenico Scarlatti, compositor italiano del siglo XVIII afincado en España, compuso 555 sonatas para clave. Son uno de los monumentos más importantes de la historia de la música occidental, y suenan todos los años en los conservatorios y salas de conciertos de todo el mundo. Pero ¿y si quedara alguna sonata perdida por descubrir? ¿Y si ese manuscrito encontrado en el doble fondo del estuche de un violoncello por un ebanista cuidadoso fuera la anhelada sonata 556?

Esta novela es un homenaje a la bibliofilia, a la búsqueda de manuscritos antiguos y a la dedicación incansable de esos ratones de biblioteca que sueñan con descubrir nuevos tesoros para seguir ampliando el patrimonio cultural universal. Me ha gustado mucho la elegancia melancólica en la prosa de Hélène Gestern. La delicadeza con la que retrata la vulnerabilidad de sus personajes, en especial la del ebanista Grégoire. "Empático, amable, fiel. Quizá demasiado". Un gigante de dos metros con el pelo largo y manos enormes que restaura muebles antiguos y ama la música más que a las personas. Que se aferra a la presencia de perfectos desconocidos para consolarse del vacío de su propia casa. Tímido y sensible. Con cuarenta y dos años que parecen diez más. Sobre todo desde que su pareja le dejó. "Un hombre en la sombra. Un sanador invisible".  

Hay capítulos deliciosos sobre el trabajo de los lutieres. "La sensación de tiempo suspendido y del silencio pleno y apacible que infunden los instrumentos en reposo". Y ahí estás, en un taller desordenado y lleno de herramientas y de instrumentos, cuyo olor a madera y a barniz te transporta inmediatamente a otra época. Y sobre la pérdida que comparten la mayoría de los personajes, que tratan de buscar aquello que compartían con los ausentes para conjurar el hueco que dejaron. Siguen el rastro de la música, de los viajes, las huellas del placer compartido para que la muerte sea menos muerte, para arrebatarle una ilusión de presencia al vacío. 

Y, por supuesto, es un homenaje a la música de Scarlatti. Y la alegría vital que transmite. "Una alegría poblada de tinieblas". Una alegría exultante, con sus apaciguamientos y sus euforias. "Quién sabe de qué clase de dolor se nutrió el compositor para conseguir la riqueza y la luz que hacen vibrar su música". Hélène Gestern escribe sobre música con una pasión y una sensibilidad muy especiales. Mientras leía esta novela, pensaba: qué ganas de volver a tocar. De volver a Scarlatti. De dejarlo todo y dedicarme de nuevo, como hace tantos años, al laberinto del mundo de la música. La música como expresión de un mundo interior al que uno no puede llegar de otra manera. La expresión de lo inexpresable. La confesión sin palabras que brota de donde uno ni siquiera sabía que había algo. Si la música puede ser, para quienes la practican, una patria interior, apartarse de ella para dedicarse a otras cosas es una suerte de exilio. Lo bueno es que la patria siempre espera. Siempre está ahí, con la puerta abierta, lista para al reencuentro. 




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