jueves, 2 de febrero de 2023

HIMNOS A LA NOCHE

Yo también quiero caminar "a cinco centímetros del suelo, con los labios entreabiertos y llenos de música", buscando la luz, el asombro y el oleaje azul que nos envuelve. Novalis lo hacía, allá por 1796, cuando amaba a Sophie von Kühn y el mundo era una idea de belleza en la palma de su mano. Suenan en la librería los preludios de Chopin, fragmentos de ansia y revelación, el espejo musical donde se miran y reconocen estos himnos a la noche. 

Chopin compuso sus preludios a finales de la década de 1830, unos cuarenta años después de que Georg Philipp Friedrich von Hardenberg, alias Novalis, escribiera sus Himnos a la noche. Pero es que las vanguardias musicales casi siempre llegan tarde, cuando las demás artes ya han desbrozado el camino e inventado nuevos lenguajes y abierto el mundo para que los compositores lo conquisten. Chopin nació nueve años después de la muerte de Novalis, pero algo en la música interna que ambos oían me dice que se habrían entendido. 

"La melancolía pulsa las cuerdas del pecho. Quiero derramarme en gotas de rocío y mezclarme con la ceniza". Ya es 1797 y Sophie ha muerto. Acababa de cumplir quince años y, más que una chica o una mujer, era una idea en la mente de Novalis. El centro de su mundo. Un mundo que traspasaba las fronteras de la carne y la voz y que estaba más cerca de los cuentos de hadas, del firmamento y las estrellas que de cualquier tacto terrenal, sucio y enfermo. 

Sophie ha muerto y la luz desaparece. Sophie ha muerto y el poeta se vuelve hacia la noche. "La luz armó en otras tierras sus carpas de alegría". Qué queda de eso ahora. Noche oscura. Abismal. Fragmentada en intuiciones de un absoluto. Una pena absoluta. Una belleza absoluta. Fragmentada como estos preludios de Chopin, esbozos de ideas, algunas de apenas un minuto de duración, revelaciones de una belleza que, así, multiplicada en piezas diminutas, como las teselas de un mosaico, aspira a captar y reproducir los misterios más profundos del alma y de la naturaleza. 

Cada pieza nace y muere. Cada frase es el ciclo completo de una vida. Una luciérnaga. Un fogonazo en la oscuridad. Vivir es comenzar a cada instante. Y la muerte no es más que la oscuridad que nos permite ver la luz. El contraste que permite la vida. Que la ensalza. Que la eleva y que le da sentido. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario