lunes, 1 de agosto de 2022

BASURA

Esta novela vibra, llora, ríe y sangra. Es emoción incómoda que elimina nudos en la garganta y pone otros nuevos. Es un dolor nuevo que sustituye a otro viejo, para renovar el desconcierto con el que uno mira al mundo. 

A través de las voces de tres mujeres, cuenta la frontera como herida. La desigualdad como herida. Los juguetes y libros que la criada se lleva a casa regalados por los dueños de las casas ricas que limpia: heridas. De otro tipo, estas. De las que hacen ilusión y ayudan a construir y se parecen a la solidaridad y a las manos tendidas. Pero heridas, también, a su manera. 

Mientras escribo esta reseña, con la mitad de mi atención en la frontera de Ciudad Juárez, veo a un niño que se ríe. Deja el libro que estaba ojeando y se ríe, no porque entienda la broma, sino porque su madre se está riendo. Se ríe como quien se funde en un abrazo que no espera, como quien se sorprende de haber ganado una carrera y pega un salto incrédulo de victoria. Su risa, no como algo que responde sino como algo que se suma, un leño a la hoguera, un acto de entrega. Su risa, un cheque en blanco a su madre que dice: haz lo que quieras pero ríete para que mi risa sea yo contigo, los dos un mismo ser, un mismo fuego. Un mismo latido.

Y de la simplicidad intrascendente de un niño que se ríe sale todo el párrafo anterior. Eso provoca esta novela. Un río de una gota. Una epopeya redonda de tres voces frágiles y duras que sobreviven en el filo de una frontera. Que sobreviven en los márgenes de la sociedad. En la basura. Un ecosistema cerrado. 

Lo que pasa en el basurero se queda en el basurero. Ay de quien se ponga a chismorrear sobre los cuerpos que caen en medio de la noche, que se quejan bajito y luego callan. Y a la mañana ya no están. Solo la ternura, la risa de un niño o una mano que desordena un pelo recién cortado pueden vencer a la muerte en un mundo de frontera. 

En un mundo donde los basureros son como ciudades. Con sus casas, sus calles, sus gentes, su ajetreo. Un hormiguero humano paralelo al otro hormiguero humano en el que vive la gente que puede pagarse su supervivencia. Paralelo, clandestino, salvaje, ilegal. Despiadado. Y pestilente. La boca de un monstruo cuyos vómitos alimentan a sus habitantes. 

Hurgar en la basura para sobrevivir te lleva al borde de un precipicio. Tú ya no eres tú, eres otra persona. Desnuda, vulnerable. Fiera. Has cruzado un umbral. Y quizá ya no puedas volver. 

Esta novela es una trenza de tres hilos, tres historias entrelazadas. Tres mujeres. Tres tonos distintos. Tres lenguajes. Es un libro para leer despacito, con cautela. Como quien se palpa una herida para amansarla y que cure rápido. Como quien susurra un hechizo para que no duela. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario