Una de las cosas que más admiro de los cómicos es que me hagan reír con cosas serias. Es decir, que busquen en el basurero de nuestra sociedad las miserias más dolorosas y terribles y sepan convertirlas en algo ingenioso que nos haga felices. Aunque sea una felicidad amarga. Aunque la carcajada salga con una esquina rota.
Mientras leo en la librería este libro ilustrado sobre la precariedad, varias personas se me acercan, curiosas. Qué es eso que lees, me preguntan intrigadas ante mis risitas sofocadas. El humor es el mejor reclamo, pienso. Y la verdad es que siempre lo ha sido. La risa como objetivo, como forma de vida. Como medio para conseguirlo todo, para disfrutarlo todo. Este libro sin el humor sería terrible, porque todo lo que cuenta es una radiografía espeluznante de la precariedad en la que vivimos. Y no solo precariedad económica: precariedad laboral, precariedad social, política, afectiva, feminista. Vivimos en una sociedad precaria que se nos cae encima, y no hay mejor puntal para soportar su peso que el humor inteligente. Como el que despliega Diana Montero, alias Precariada, en estas páginas.
Nos dijeron: si estudias una carrera encontrarás trabajo.
Nos dijeron: si ahorras podrás independizarte y pagar tu casa en cómodos plazos.
Nos dijeron: vas a vivir una vida más cómoda y más libre y más segura que la de tus padres.
Nos dijeron: si las cuidas, las cosas buenas (los trabajos buenos, las parejas buenas) duran para siempre.
Nos dijeron: has tenido una preparación envidiable, te lo mereces todo, debes aspirar a lo más alto.
Y nos lo resumieron bien facilito en un eslogan exportable: si quieres, puedes.
Nunca imaginamos que los mitos en los que se basaba nuestra educación iban a ser tan poco realistas. Que la herencia de expectativas que nos dejaba esta educación en vez de felicidad nos traería incertidumbre y desgaste. Y la reina del baile, la que nunca falta en ninguna alma millennial que se precie: ansiedad. Porque la única enseñanza verdadera suena a lucha de clases y es muy poco inspiradora: si tienes dinero puedes, y si no, ¡bienvenido a la vida precaria!
Pero sobre todo, nos dijeron, y nos siguen diciendo: persigue tus sueños. Y no te sientas mal si no los alcanzas porque no te lo has currado lo suficiente, no te preocupes si no has hecho suficientes horas extra no pagadas y te pedían 27 horas de experiencia y un C1 en élfico para 500€ al mes sin contrato, y tú tranquila si has tenido la mala suerte de no nacer con los contactos adecuados y tu talento no ha servido de nada por tu falta de una posición privilegiada y has decidido, a quién se le ocurre, intentar vivir de vez en cuando y no matarte a trabajar día y noche de lunes a domingo por un salario de miseria.
Lo bueno (o lo malo, o lo peor) es que no toda la precariedad va de dinero. Y los ricos también la sufren. Qué os pensabais, la precariedad tiene leña para todos. Y si no estáis convencidos de que vuestra vida también se tambalea en alguna cuerda floja, leed este libro. Saldréis nuevos, refrescados, carcajeados y más felices.
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