Berta sueña con ser un pájaro para poder salir volando, lejos del pueblo y de las tareas interminables de la granja. Salir volando para ser como ella quiere ser. Para sentarse a observar a las vacas, a Negrita, Lirio, Semilla y Preciosa, y dibujarlas con sus ceras de colores. Dibujar es lo que más le gusta. Dibujar para entender cómo son las cosas. Cómo son de verdad, no como nos dicen que son. No como hemos aprendido que son. Dibujar las cosas para descubrir sus colores escondidos, sus formas ocultas, sus secretos. Una zanahoria, por ejemplo. Una zanahoria puede tener tantos tonos de naranja. Tantos rojos y marrones escondidos. Tantas formas diferentes. Puede ser tantas cosas.
Sueña con abrazar a su madre, postrada desde siempre en su cama por una enfermedad contagiosa. Tuberculosis, le dicen. Y ella se imagina sus pobres pulmones emborronados con carboncillo. Su madre de ojos castaños que irradian bondad. Para ella son sus dibujos y sus arcillas de pájaros dormidos. Es una forma de mantenerla a salvo. La belleza que sale de sus manos como un conjuro contra la muerte que acecha en las ojeras de los bondadosos ojos de su madre.
Cuando sea mayor quiere ser artista. Como Miguel Ángel. Pero no lo dice en voz alta. Las mujeres no pueden ser artistas. Y además, artista no es una profesión de verdad. O, al menos, eso dice su padre. Así que guarda silencio. Para poder encajar, debe callar lo que desea. No puede desvelar quién es. Eso sí lo ha aprendido bien.
La artista sueca Berta Hansson (1910-1994) tuvo una infancia incomprendida. Sus sueños eran demasiado grandes para su condición de mujer y para el entorno rural donde creció. Pero nunca dejó de llevar belleza allá donde fue. Esta es su historia, bellísimamente ilustrada y contada por Sara Lundberg. Una historia emocionante. Íntima, desnuda. Frases cortas como pinceladas que van formando una emoción, un camino de belleza, una vida. Un pájaro que sueña con volar adonde quiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario