Pasó de enemigo público número uno a héroe popular. Convirtió el atraco de bancos en un arte elevado que requería estudio, preparación, técnica, y a la vez innovación y creatividad. Se fugó de tres cárceles de máxima seguridad y se pasó la vida rehuyendo al FBI, que iba tras él con una mezcla de inquina y fascinación. Célebre por no recurrir nunca a la violencia, Willie Sutton fue el ladrón que nunca disparó un tiro. Era un tipo bondadoso que no se consideraba un delincuente. Pero creció en un entorno de violencia y pobreza azotado una y otra vez por crisis financieras. ¿Hizo de robar bancos una forma de tomarse la justicia por su mano? Como decía Eddie, su mejor amigo de la infancia: "A lo mejor es verdad, un error no arregla otro error. Pero ¿responder al mal con el bien? Con eso sólo consigues ser pobre y pasar hambre. Y no hay nada peor que eso".
La novela comienza la nochebuena de 1968, cuando Willie Sutton es liberado de la cárcel de Attica. Un grupito de periodistas y curiosos se arremolinan a la salida, muertos de frío, improvisando cada uno por su cuenta su teoría sobre qué hizo y qué no hizo el rey de los ladrones antes de la cárcel, y sobre todo, qué hará ahora con su libertad. Pero Sutton atraviesa el cortejo sin mirar a nadie y se mete en el coche de un colega que le llevará a un avión particular y de ahí al Plaza de la Quinta Avenida, donde un periódico le ha reservado una suite y un buen montón de dinero a cambio de que durante el día siguiente, Sutton acompañe a un periodista y un fotógrafo por Manhattan en una visita guiada y exclusiva por sus robos más célebres y los momentos clave de su vida.
Todo transcurre en ese día. Esas veinticuatro horas en las que un Willie Sutton mayor, renqueante y aparentemente derrotado, les cuenta a Fotógrafo y Reportero sus mayores hazañas, con un humor a prueba de achaques y sin asomo de arrepentimiento. Veinticuatro horas en las que cabe una infancia devastada por la violencia y la falta de amor filial, un Brooklyn irlandés donde hay que devolver los golpes para sobrevivir, una forma de atracar bancos tan perfecta y delicada como si tocara un instrumento de cuerda, y media vida encerrado en cárceles que le han dado filosofía, literatura, templanza, humor y una enorme capacidad de supervivencia. Veinticuatro horas en las que cabe una historia de amor de las que quitan el aliento. Y toda una vida de leyenda.
"La cárcel es donde te prometes a ti mismo el derecho a vivir". Pero cada vez que sale, "Willie siente que el mundo es una novela que dejó a medias hace siglos. Al retomarla de nuevo, no recuerda la trama, los personajes. Ni por qué le interesó en su día". Me han gustado mucho las reflexiones sobre lo que hace la cárcel con las personas. Cómo las pone a prueba a diario, cómo las rompe, cómo fracasa una y otra vez en su cometido de reformarlas. El brutal extrañamiento. Cómo disloca la percepción que cada uno tiene de estar vivo.
Sutton |
Esta novela me ha fascinado. Tiene chispa, es socarrona y ocurrente, vitalista y jovial. La he leído como leí hace cuatro años El bar de las grandes esperanzas, del tirón y deseando que no se acabara nunca, deseando más páginas, más historia, más vida de Willie Sutton. Moehringer ha descrito lo que pudo pasar en ese día de Navidad entre el atracador más prolífico de la historia de Estados Unidos y el reportero y el fotógrafo que le acompañaron. Qué sitios visitaron, qué les contó de sí mismo. Qué vida pudo describirles. Sobre la verdad de aquel día y sobre la verdad de la vida de Willie Sutton sólo existen conjeturas. Esta novela es la conjetura de Moehringer. Una conjetura extraordinaria, que Willie habría firmado sin dudar.
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