Perro Apestoso vive en un cubo de basura con Gatochato, su amigo del alma, que debe su nombre a que un día un camión le atropelló y se quedó más chato que una radiografía. El nombre de Perro Apestoso se debe a que..., bueno, creo que se explica por sí solo. Está lleno de pulgas y a todos lados le acompaña su club de fans más fiel: las moscas. Parece una moqueta rasposa y es tan desgarbado que a veces ni siquiera parece un perro, pero lo cierto es que Perro Apestoso es el animal más bueno y entrañable y divertido que te puedes encontrar por la calle. Y por los libros.
Siendo como es, la vida no siempre es de color de rosa para nuestro apestoso amigo. A veces, cuando se siente triste, piensa: "Soy un sacapuntas sin lápiz, soy una pizarra sin aula, soy un rotulador sin tapón". Y sale el poeta que lleva dentro. Al fin y al cabo, es un perro sin amo, y echa de menos tener un humano que le cuide. Aunque no está muy seguro de qué significa eso. ¿Y qué hacer cuando uno echa de menos algo que no acaba de entender? ¡Pues salir a buscarlo, claro que sí!
La primera aventura lleva a Perro Apestoso por las calles de la gran ciudad en busca de un amo que lo quiera, lo cuide y le dé buen pienso. "Pero antes de irse le promete a Gatochato que volverá pronto, y que cuando lo haga le traerá una bomba de bicicleta para hinchar su cuerpo de gato aplastado". ¿No os dije que era el perro más adorable del mundo? Nada ocurre como estaba previsto, y es todo un descacharrante episodio tras otro de peripecias que traerán de vuelta a Perro Apestoso a su cubo de basura junto a Gatochato, con las cuatro patas intactas y todas las pulgas y las moscas en su sitio.
Después de la búsqueda de un amo, en la segunda aventura Perro Apestoso irá en busca del conocimiento. "Sueña con el día en que por fin sabrá leer para contarle cuentos a Gatochato". Ay, que me emociono. ¿No es para comérselo, con pulgas y todo? Pero la realidad de la escuela, la prestigiosa Royal Perrins School, exclusiva para perros, tampoco es como la había imaginado. ¿Cómo es posible que todos esos perros pijos y relamidos no le dejen jugar a fútbol con ellos, a menos que haga él de pelota? ¿Será posible? Al final, Gatochato le viene a recoger con unas migas de cruasán de chocolate como premio, "¡incluso ha encontrado un trozo de chupachups por el suelo!", y se vuelven a casa, digo, a su cubo de la basura, donde Perro Apestoso podrá enseñarle a su amigo lo que cuesta aprender a leer, y donde podrán seguir soñando "con todas las aventuras emocionantes que les depara la escuela de la vida".
No se me ocurren mejores amigos que Perro Apestoso y Gatochato. Así que, niños de cinco a ocho años, escuchad: si queréis revolcaros de risa y encontrar felicidad hasta en los cubos de la basura, leed las aventuras de estos dos amigos. Las recordaréis toda la vida.
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