He terminado esta novela con la respiración acelerada, al borde del sillón y las pulsaciones corriendo como si me persiguiera el mismísimo demonio. ¡Qué brutalidad de libro! Pero no sólo por el ritmo frenético. Sino por el tono: irónico, implacable, deliciosamente ácido. Y por el tema: una crítica salvaje de las condiciones laborales y de esa conexión tan humillante entre trabajo y dignidad.
Alain Delambre es un director de recursos humanos en paro. Tiene cincuenta y siete años y lleva ya cuatro buscando trabajo. ¿Quién contrata a un ejecutivo a punto de jubilarse hoy en día? A pesar de los cientos de solicitudes sin respuesta, de las negativas amables recibidas con verdadera gratitud (imposible describir lo que siente cuando al menos le llega alguna respuesta negativa), a pesar de la humillación diaria de tener que aceptar trabajillos embrutecedores de madrugada en empresas de mala muerte, sigue buscando un trabajo digno. Sigue buscando como un reflejo de especie. Tras toda la vida trabajando, la actividad laboral se le ha incrustado hasta tal punto en su sistema neuronal que no concibe una vida sin trabajar. Y busca, con la tenacidad del que hace algo vital para su supervivencia, un poco como los perros husmean en las bolsas de basura: por instinto, sin ilusión.
Un día recibe una respuesta afirmativa de una gran empresa que necesita un directivo de recursos humanos con experiencia. Un trabajo hecho a medida para su currículum. Le citan para un test. Después para una entrevista. Y le proponen una condición. Algo poco habitual. Ciertamente extravagante. Inaudito. Pero, ¿qué más da? Hará lo que sea. Lo que sea para volver a afrontar los pagos de la hipoteca sin un nudo en el estómago. Lo que sea para volver a poder invitar a sus hijas a un restaurante con la sonrisa tranquila. Lo que sea para recuperar esa parte de sí mismo que perdió con aquel trabajo de toda la vida y que nada, ni siquiera el cariño incondicional de su mujer, puede devolverle.
Vivimos en una sociedad fundada sobre la economía del trabajo. Trabajamos para vivir pero, en el fondo, la mayoría vivimos para trabajar. El trabajo es la medida de nuestro éxito, de nuestra felicidad, de nuestra dignidad. Determina quiénes somos y quiénes queremos ser. Nuestras amistades, nuestros gustos, nuestra ideología. No solamente nos piden que estemos de acuerdo con la política de nuestra empresa, nos piden que nos fusionemos con ella, que la defendamos como si fuera nuestra madre, nuestra hija, como si fuera una parte de nosotros, un pulmón, un pierna. Y cuando la empresa ya no nos necesita, nos exige la lealtad de aceptar el despido con gratitud. Porque el orgullo y la reputación de haber trabajado para ella no tiene precio.
Me ha encantado este libro. Por su tono, por su ritmo y por su tema. Por poner el dedo en la llaga de un problema sangrante que la crisis de la última década ha agravado hasta límites grotescos. ¿Hasta dónde puede llegar un parado de larga duración para conseguir un trabajo? ¿Hasta dónde puede llegar un empresario millonario para añadir más millones a la pila de su fortuna? Pierre Lemaitre ha escrito una novela negra trepidante y contundente que nos dice: mirad, mirad lo que pasa cuando se deshumaniza el trabajo.
Pierre Lemaitre |
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