Elena Fortún acaba de entrar en mi nómina particular de escritoras del siglo XX que se rebelaron ante la situación de la mujer en una sociedad que las despreciaba. Leo Oculto sendero y no dejan de venirse a mi mente escenas nítidas de Entre visillos, de Carmen Martín Gaite. También la angustia y represión de algunos pasajes de Nada, de Carmen Laforet y, ¿por qué no?, escenas sueltas de algunos relatos de Virginia Woolf.
Cuando hablo de mujeres que se rebelaron, creo que debo puntualizar, porque su rebelión no fue estrepitosa, no trajo consigo cambios importantes, sino más bien fue una pequeña rebelión interior. Lo veo claramente en el transcurso de la vida de María Luisa, el trasunto literario de la propia Elena Fortún en esta novela hasta ahora inédita. La niña María Luisa se da cuenta de que es una niña especial porque no le gusta hacer lo que otras niñas de su edad hacen, e interiormente lucha contra los deseos de la sociedad (representada fundamentalmente en la figura de su madre) para convertirla en una mujer modelo, una madre ejemplar y una esposa sumisa y dispuesta a aceptar los caprichos del alma y de la carne del marido.
María Luisa, que pasa la mayor parte de su vida sola o dando tumbos para encontrar un alma igual a ella, consigue fugazmente hacer amistad con mujeres que no entienden por qué no le gusta el cotilleo, ni su falta de espíritu femenino o su asco hacia las relaciones sexuales. Otras veces, encuentra mujeres anormales como ella que comparten su parecer e incluso la animan a desarrollarse artísticamente alejada de la figura de su marido. Un día, hablando con su amiga Carmen, esta le dice: “¡Si vieras qué envidia les tengo a las monjas porque duermen solas y pueden dormir toda la noche!”, como si lanzara una llamada de alarma ante su vida conyugal. Oculto sendero es esto, es un grito de auxilio que sale quedito primero de la boca de la niña María Luisa, después de la adolescente María Luisa, más tarde de la joven María Luisa y finalmente, con fuerza e independencia, de la mujer en que se han convertido todas estas María Luisas.
No obstante, aunque la adulta le plante cara a una sociedad cuyos ideales patriarcales y machistas le repugnan, su vida no es una vida feliz, porque es la vida de una mujer que durante décadas ha tenido que aceptar las convenciones de esa misma sociedad, la que ha truncado y frustrado muchos de sus deseos más íntimos desde la niñez: el deseo de libertad, el deseo de conocimiento, el deseo de creación artística y el deseo por el cuerpo femenino.
Oculto sendero es una lectura que deja una sensación amarga en el lector que se adentra en ella. La amargura de la historia. La angustia de saber que el retrato costumbrista de las primeras décadas del siglo XX está fielmente dibujado y que cientos (o miles) de mujeres como Elena Fortún o María Luisa Arroyo sufrieron la lacra de una sociedad que daba la espalda rotundamente a la mujer por considerarla el sexo débil, el sexo inútil cultural y académicamente.
Creo que la lectura de esta novela es muy necesaria. Es un libro para mujeres, porque de mujeres se habla; pero también para hombres que quieran comprender cómo el sexo femenino ha llegado hasta la actualidad: las trabas, baches y caminos pedregosos por los que nuestras antepasadas tuvieron que caminar. Y por los que aún hoy en día seguimos caminando. Creo que muchas mujeres podrán encontrarse en ese oculto sendero que tanto trabajo le costó a María Luisa encontrar y más tarde recorrer con la frente bien alta y la seguridad de estar haciendo lo que verdaderamente deseaba y no lo que le estaba impuesto desde mucho antes de que naciera.
Esta historia que estoy ahora leyendo me está dejando asombrada y deslumbrada. Asombrada porque la idea que yo me hice cuando leí sus cuentos de Celia hace tantos años para nada podía ser imagen de su autora, bien al contrario y deslumbrada porque no recuerdo otro relato que refleje tan fielmente las actitudes de tantos maridos de aquellos años que yo viví, que atribuyéndose todos los derechos sobre sus mujeres las despreciaron, las vilipendiaron, las consideraron su propiedad y las vejaron hasta límites que a mí me parecía imposible que no se rebelaran pero claro para conseguir eso primero la dictadura tuvo que quitarnos los derechos más fundamentales permitiendo así un abuso de poder que los hombres se tomaron. Luego cuando algunas mujeres como Elena se rebelaban, ellos eran las víctimas y en este caso incluso llegó al suicidio. Un relato imprescindible para saber como era la España que fabricó la dictadura.
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