lunes, 22 de mayo de 2017

MARÍA ESTUARDO

Zweig siempre sorprende agradablemente, aun cuando hayas leído mucho su obra, como es mi caso. Si te gustan las novelas románticas, nada mejor que La impaciencia del corazón o algunos de sus relatos cortos, como Carta de una desconocida o Veinticuatro horas de la vida de una mujer. Su conocimiento de la historia y sus dotes psicológicas para meterse en el alma de los personajes están reflejados en infinitos perfiles biográficos, como esta magnífica María Estuardo que acabo de terminar, y también en María Antonieta, Fouché, Castellio contra Calvino, Balzac, Montaigne, Erasmo de Rotterdam...

Sus Momentos estelares de la humanidad, catorce miniaturas históricas, quizá sean la mejor de las introducciones para despertar la curiosidad y adentrarnos en momentos singulares de la historia, como por ejemplo las circunstancias en las que se compusieron La Marsellesa o El Mesías de Haendel, o el protagonismo que tuvo la puerta en el desenlace del sitio de Constantinopla.

La embriaguez de la metamorfosis es para mí quizá su mejor novela, la historia de una mentira y sus consecuencias, magistralmente relatada. De los cuentos cortos, me quedaría con Mendel, el de los libros, Fue él o Novela de ajedrez, verdaderas obras maestras que no por ser breves dejan de encerrar historias completas, cerradas y universales.

A todos los lectores que vienen a la librería interesados en novelas de intriga y conspiraciones, sin dudarlo les recomendaría esta biografía que acabo de terminar. Esta mujer, tan conocida por haber sido recreada en películas, dramas teatrales, libros, pinturas y música a lo largo de los cuatro siglos que nos separan de su vida, Zweig nos la descubre con infinitos matices nuevos, con un exhaustivo análisis de documentos y cartas y nos sumerge en los recovecos de su vida como si nosotros participáramos de la misma.

María aún no había cumplido un año cuando fue nombrada reina de Escocia. Con cinco años, ya estaba en la corte de Francia como prometida del delfín Francisco, con quien se casaría a los diecisiete años, convirtiéndose en reina de Francia. En esos doce años recibió una exquisita educación, que reforzaría una personalidad de gran fuerza interior. Hasta los veinticuatro años, su vida fue brillante, rodeada de la corte y agasajada por todos, pero la historia le tenía reservadas experiencias que la convirtieron en una heroína de leyenda. En muy poco tiempo, su segunda y tercera boda trastocaron completamente la línea ascendente de su vida y, como tantas veces, la Iglesia marcó trágicamente las relaciones que establecieron María y su prima Isabel, reina de Inglaterra, dos mujeres singulares descendientes de Enrique VIII que nunca llegaron a conocerse personalmente.

Zweig escribe: "María Estuardo no ha nacido para la calma ni para la dicha, una funesta violencia la impulsa desde su interior. Jamás un destino cobra sentido y forma a partir de los acontecimientos y azares del mundo exterior. Siempre son las leyes innatas y primigenias las que dan forma a una vida o la destruyen". Es muy posible que Shakespeare, nacido unos años después, se inspirara en episodios como los que vivieron María Estuardo e Isabel para crear su mundo teatral, sus personajes tienen verdaderas similitudes y Zweig nos lo hace notar.

Stefan Zweig
Siempre ha habido una tendencia a criminalizar a Isabel en defensa de María, debido a los hechos trágicos de la condena a muerte de esta última que, sin dejar de ser ciertos, esconden matices sumamente interesantes. Los lores y ministros que rodearon a estas dos mujeres tejieron una red de conspiraciones que utilizaron para manipularlas y enfrentarlas. Quizá si las dos primas se hubieran llegado a conocer la tragedia no se hubiera producido.

Zweig consigue meternos en los entresijos de esta apasionante historia analizando y describiendo los más íntimos sentimientos de ambas mujeres, demostrando un conocimiento del alma humana que deslumbra. Isabel tuvo que luchar siempre contra su conciencia porque sus sentimientos no eran crueles. Siempre fue indecisa y continuamente ofreció a María su salvación a cambio de doblegarla, algo que María no aceptó jamás. Prefirió morir antes que ser salvada, su mayor fuerza era el orgullo y antes doblaría la rodilla ante el patíbulo que ante su protectora, porque solo le quedaba un poder en el mundo: hacer de Isabel su asesina ante el mundo y avergonzarla con su muerte gloriosa.

Hasta el último minuto Isabel solicitó a María que le enviase un escrito privado de reina a reina y se sometiera a su juicio personal, mejor que al de un tribunal público que sabía que iba a condenarla. Sin embargo, María ya no quería ser salvada. Preparó su muerte de forma regia, con los mejores vestidos y ropa interior roja para que, en el caso de que la sangre saltara, no destacara sobre la ropa. Quizá ninguna mujer condenada se haya preparado para la muerte de forma más artística y soberana.

La historia también fue injusta con Zweig: una mente lúcida, brillante, de una cultura impresionante que dedicó toda su vida al conocimiento y al humanismo más generoso y que, ante la brutalidad del nazismo, no pudo reaccionar y se hundió en una depresión que le llevó al suicidio en la creencia de que Hitler iba a ser capaz de difundir su terror por todo el  mundo. Tener que vivir en el exilio, añorando su querida Europa, no fue soportable para él. En un ensayo brillante, El exilio imposible, el escritor George Prochnik hace un recorrido por la vida de Zweig e intenta explicar por qué el exilio que para Thomas Mann o Hannah Arendt fue tan fructífero, no lo fue para Stefan.



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