Este libro, tan deseado y necesitado por las mujeres que llevamos tantos años luchando por nuestros derechos, es mucho más de lo que su título sugiere. Es un recorrido pormenorizado por la vida de algunas de las mujeres que, desde la civilización sumeria hasta el siglo XX, han contribuido al desarrollo de la ciencia y cuyo trabajo ha sido a menudo silenciado precisamente por ser mujeres.
La sacerdotisa, poeta, astrónoma y escritora Enheduanna es la primera mujer retratada. De la cultura sumeria, vivió entre los años 2300 y 2225 antes de nuestra era. En esa etapa tan lejana las mujeres trabajaban como doctoras, alfareras, tejedoras, cerveceras, participando en la construcción de canales y tareas agrícolas. También eran dueñas de su dote y podían tener propiedades. (Parece increíble que durante tantos siglos después nos quitaran todos esos derechos que en aquella época teníamos). La información que tenemos de Enheduanna ha sido posible gracias a las excavaciones que se hicieron en la ciudad de Ur buscando la ciudad natal de Abraham. Los vestigios encontrados permitieron conocer textos de la que, en 1968, historiadores holandeses calificaron como el "Shakespeare de la literatura sumeria" y fue más de un milenio antes de La Iliada. Ella era la máxima autoridad religiosa y dirigía la organización y la recogida de las cosechas y la fabricación de la cerveza, además de ser escritora.
Otras dos mujeres sobresalientes de la Antigüedad son Aspasia de Mileto e Hipatia de Alejandría. La primera fue maestra de Sócrates, modelo del escultor Fidias, compañera de Pericles, filósofa, quizá la mujer griega más famosa de la Antigüedad, fascinó a los hombres más brillantes de su época y abrió una escuela para niñas y jóvenes en Atenas. Hipatia, matemática, astrónoma y filósofa, defendía el poder de la razón y el conocimiento frente a los abusos de la fe y fue admirada y venerada por todos los que la rodearon. Su brutal asesinato a manos de los cristianos liderados por Cirilo puso fin a la posibilidad de tolerancia y coexistencia pacífica entre religiones, y fue el triunfo del fanatismo cristiano que veía en la ciencia y la razón un ataque a su forma de entender el mundo. Cirilo, como premio a la brutalidad que ejerció, fue santificado y todavía en 2007, Benedicto XVI alababa su "defensa de la fe". No sería ni el primero ni el último asesinato ordenado por una autoridad eclesiástica a lo largo de la historia.
Dando un salto en el tiempo, nos plantamos en la época de la Reforma luterana y la autora nos cuenta cómo los países protestantes propiciaron una revolución científica que los católicos, como España, con la Iglesia como guardiana de los dogmas, se encargaron de eliminar. El retraso en materia científica que todavía arrastramos se inició cuando en lugares como Alemania o los países nórdicos se desarrollaban gremios de artesanos y comerciantes, base de la prosperidad, y se daba alfabetización a las niñas para que pudieran leer la Biblia.
Otra mujer controvertida, de la que en este libro conocemos detalles poco divulgados, es Isabel la Católica. Adela Muñoz nos desvela una parte positiva de Isabel. Para ofrecer a sus hijas la mejor educación se rodeó de un grupo de mujeres cultas a las que se llamó "Las niñas sabias de Isabel I". Entre ellas se encontraba Beatriz Galindo, la Latina, maestra, camarera y su "consejera más querida", como la llamaba la reina. Sus cuatro hijas fueron las princesas más cultas de Europa. Todo lo bueno lo sofocó la Inquisición expulsando a los judíos, luego a los moriscos, e incluso atacando a Nebrija, protegido de los reyes, sólo por señalar errores de traducción en la Biblia admitida por Roma.
Otros ejemplos son la Marquesa de Chatêlet que, aunque fue conocida por ser la amante de Voltaire, a los 12 años ya hablaba seis idiomas, conocía literatura de todas las épocas, tocaba el clavecín y era soprano y actriz; Caroline Herschel, astrónoma; Mary Wollstonecraft, madre de Mary Shelley y autora de Vindicación de los derechos de la mujer; Flora Tristán, temeraria y romántica justiciera, una de las primeras feministas, abuela de Paul Gauguin; Emily Davison, sufragista arrollada por un caballo de carreras, símbolo de la lucha por el voto femenino; Marie Curie; Concepción Arenal; Rosalind Franklin; Kathleen Lonsdale y muchas más.
El libro incluye un apartado especial para las mujeres españolas de la Segunda República y un dato que llama mucho la atención: en el año 2017, cuando ya por fin todas las universidades aceptan en sus aulas a las mujeres, todavía queda una excepción: el Colegio de España de Bolonia todavía sigue excluyéndonos. El cardenal Gil de Albornoz, fundador del Colegio en 1364, dijo en su fundación: "la mujer es cabeza del pecado, arma del diablo". Una vergüenza que sea nuestro país el que todavía mantenga esta abominación.
Estimada librería Benedetti, permítame un par de apuntes a tan buena reseña del libro de Adela Muñoz:
ResponderEliminar1. Si la Inquisición "sofocó" todo lo bueno, fue porque contaba con el beneplácito y apoyo de la monarquía. Isabel I fue responsable directa de la actuación de la Inquisición en la corona de Castilla, así como de la expulsión de los judíos tras el edicto de Granada de 1492.
Isabel I fue una mujer de indudable inteligencia y valor político, pero para realzar sus méritos no falseemos la historia y adjudiquemos a otros los errores cometidos por ella. Y esto no es una exculpación de la Inquisición, que de todos sus desmanes éste no fue suyo en exclusiva.
2. Si el Colegio de España en Bolonia no admite mujeres entre su alumnado, lo hace al amparo de que por ser una entidad privada sin subvenciones públicas -o al menos eso dice- puede hacer de su capa un sayo.
Otra cosa es que eso sea socialmente admisible y retrate a sus alumnos y protectores, como es el caso de la monarquía española; por lo que adjudicar al país (España) el mantenimiento de esa "abominación" sea excesivo.