martes, 21 de marzo de 2017

EN LAS NUBES (firma invitada)

¿Imaginas un mundo creado por la mente de un niño de diez años? Todos hemos sido niños y hemos tenido esa edad, pero a algunos ha podido olvidársenos ya la maravilla del tiempo a solas, tumbados en la cama imaginando todas las posibilidades que podrían llegar a ocurrir a nuestro alrededor. Eso es lo que le pasa a Peter Fortune, un niño cuyo apellido no creo que sea una mera coincidencia. Peter es afortunado por disfrutar de esa mente privilegiada que le hace convertirse en quien más quiere o a quien más detesta y hace que su forma de entender el mundo cambie.

Escrita con una agilidad insuperable, esta novela, un poco en la línea de las colecciones de relatos medievales que parten de un marco común y van desgranando una a una las historias, es un paseo por la infancia, la ternura y la ingenuidad. Su protagonista lucha contra sus fantasmas interiores a golpe de pensamiento e imaginación y recrea en su cerebro las historias mágicas, paralelas a la vida que nunca llegará a vivir. En definitiva, Peter hace con su mente lo que los adultos hacemos con los libros: vive otras vidas, cargadas, por supuesto, de más aventura y riesgo que la suya.

Ian McEwan consigue ponerse en la piel del joven Peter y usa una técnica y estilo inteligentísimos para ingeniar un narrador que está fuera y dentro del niño al mismo tiempo. Un narrador omnisciente a la altura de los mejores de la literatura clásica. Y su tono a veces irónico y cargado de humor puede entrecruzarse con uno más lírico y fantasioso. Un placer para los sentidos. Con todos estos elementos y la fuerza que le imprime a su protagonista, nos encontramos en un mundo donde una crema disolvente puede hacer desaparecer a nuestros padres, las muñecas de la habitación de la hermana reclaman un lugar prominente, convertirse en otro ser puede ser un acto cotidiano y capturar a un ladrón se convierte en una tarea de lo más simple.

Si un Peter Fortune se sentara hoy en día en los pupitres de nuestras aulas diríamos que tiene "déficit de atención". McEwan, sin embargo, nos dice que es un soñador (Daydreamer es el título original en inglés), un chico siempre en las nubes o que, como se permite preguntarse en la página final, quizá volaba. Esa es la maravilla del buen arte.

Esta es una lectura fácil y muy amena que recomiendo a adultos de espíritu joven que aprecien la buena literatura, pero especialmente a niños de entre ocho y doce años, que no tengan miedo a imaginar, que se dejen llevar por el mundo paralelo de Peter, su gato y toda su familia: un mundo plácido y feliz donde no hay más remedio que inventar historias que le den vidilla.


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