viernes, 8 de mayo de 2015

HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO

Grecia lleva ya muchos años haciendo equilibrios en el filo de una navaja. Hay mucha gente que está tan desesperada por encontrar un sueldo que le dé para vivir que ya no esconde su desgracia por la calle. Ya no espera recuperar su vida anterior y reintegrarse en una clase media resquebrajada, tan sólo ansía salir adelante. Comer. Un techo. Poco más. 

Las cuatro últimas novelas de Márkaris retratan una sociedad en quiebra, desquiciada, desmoralizada, una sociedad que ha bajado la cabeza y se ha refugiado en el cinismo para intentar convivir con lo intolerable. En apenas cinco años, Atenas se ha vuelto una ciudad vacía de tráfico. La gente no saca el coche porque no puede mantenerlo y muchos lo venden para ahorrarse al menos el seguro. De día, la capital parece una ciudad agotada. De noche, reina la desolación.
Con cada novela, Márkaris acentúa su compromiso. La ironía que antes utilizaba para encarar desde lejos la realidad va desapareciendo y cada vez toma más partido. Es difícil quedarse mirando con una sonrisa irónica cómo los matones encapuchados de Amanecer Dorado apalean a inmigrantes con la connivencia de la policía, o cómo la incompetencia de la burocracia impide cualquier iniciativa y paraliza el poco entusiasmo emprendedor que todavía puede quedar en un país humillado desde dentro y desde fuera. La sociedad griega se desangra y, con cada novela, Márkaris hunde un poquito más el dedo en la herida. 

La herida de esta novela es la corrupción de las instituciones y la violencia xenófoba de Amanecer Dorado. Este partido político neonazi no está formado por cuatro descerebrados de gimnasio: lamentablemente saben lo que hacen y proceden de manera metódica. Tienen simpatías dentro de los cuerpos de seguridad y se aprovechan de ello para amedrentar a cualquiera que ayude a los inmigrantes. Por ejemplo, a Katerina, la hija del comisario Jaritos, que es agredida por un encapuchado a la salida de los juzgados donde defendía a un senegalés y trasladada al hospital sin conocimiento. 
El comisario, por su parte, tiene que investigar la aparición del cadáver de Andreas Makridis, un alemán de origen griego que había decidido instalarse en Atenas y abrir una empresa de energía eólica. Aunque Makridis, al parecer, se ha suicidado, un grupo de nuevo cuño, autodenominado los «Griegos de los Años Cincuenta», reivindica su asesinato. Mientras Katerina se recupera de la agresión, se descubre un segundo cadáver, el del propietario y director de una academia privada. Ha sido ejecutado con un tiro en la sien con una vieja Smith & Wesson, como las que el ejército norteamericano proporcionó a los militares griegos después de la guerra civil. De nuevo, pese a que se trata claramente de un suicidio, los «Griegos de los Años Cincuenta» reivindican esta muerte. No será el último cadáver que se descubra.



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