Me encanta la ironía de este libro. La ironía como esa cosa en la que nos envolvemos para protegernos de las desilusiones. Quizá uno sólo se enamora sin ironía la primera vez. Y ni siquiera eso, porque resulta aterrador. Después, empezamos a reírnos un poco de lo que sentimos para tratar de que no nos importe tanto. Nos reímos de las situaciones, de los agobios, de las vergüenzas. Nos reímos de nosotros mismos y nuestras infinitas torpezas. La risa nos protege del dolor, la utilizamos para amortiguar los impactos. Para intentar, desesperadamente, no tomarnos las cosas tan en serio.
Eleanor y Park se ríen mucho de ellos mismos. Se ríen hasta cuando se besan por primera vez. O eso intentan.
Ella se ríe de Romeo y sus cursiladas insoportables. Piensa que Shakespeare se burla de sus personajes. Que Julieta es una niñata repelente y que su amor es superficial, confuso y absurdamente exagerado.
Él se ríe del pelo rojo e indomable de ella. De su aversión por la música punk. De su reticencia a acercarse a la cama de su cuarto a pesar de que siempre dejen la puerta abierta.
Ella viene de un hogar roto, con un padrastro borracho y maltratador. Se viste de una manera estrafalariamente masculina y siente que ninguna parte de su cuerpo tiene el tamaño adecuado.
Él tiene la piel de ámbar y los ojos rasgados de su madre coreana, se agarra a las correas de su mochila y se mira los pies cuando ella se acerca y hay algo en él que no puede evitar ser femeninamente encantador.
Ella se ríe de Romeo y sus cursiladas insoportables. Piensa que Shakespeare se burla de sus personajes. Que Julieta es una niñata repelente y que su amor es superficial, confuso y absurdamente exagerado.
Él se ríe del pelo rojo e indomable de ella. De su aversión por la música punk. De su reticencia a acercarse a la cama de su cuarto a pesar de que siempre dejen la puerta abierta.
Ella viene de un hogar roto, con un padrastro borracho y maltratador. Se viste de una manera estrafalariamente masculina y siente que ninguna parte de su cuerpo tiene el tamaño adecuado.
Él tiene la piel de ámbar y los ojos rasgados de su madre coreana, se agarra a las correas de su mochila y se mira los pies cuando ella se acerca y hay algo en él que no puede evitar ser femeninamente encantador.
Se ríen porque no encajan, porque perciben que su entorno les devuelve constantemente su propia desilusión. Se ríen como si se aferraran a algo, porque no saben por qué ni cómo es posible que les guste tanto estar juntos. Pero cuando son capaces de aguantarse la mirada más de dos segundos seguidos, cuando se atreven a no soltarse las caricias de la mano o a explorar los dulces peligros del asiento trasero del coche, el mundo se convierte en un lugar profundo, en una burbuja donde sólo caben ellos dos y su miedo, ellos dos y su deseo, ellos dos y su clandestina necesidad de que el otro no le rechace.
Esta historia de amor adolescente es como muchas otras historias. Pero a la vez es distinta. Como una canción que no se acaba nunca. Como si se hubiera puesto guapa para salir. Con los rasgos más nítidos, más perfilados. Con un maquillaje más intenso que en realidad no la vuelve distinta. No. Es ella misma. Divertida y sexy. Y desgarradora. Es ella misma, pero a más volumen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario