Vaya juerga de novela. Y vaya hostias a dos manos que les mete Santiago Lorenzo a sus personajes. Solo he encontrado semejante inquina humorística en Galdós cuando destroza sin piedad a esos beatones reaccionarios que con la monarquía en una mano y con la iglesia en la otra condenaban en el siglo XIX a su país (y lo seguirían haciendo si les dejaran) a vivir encadenados a la edad media. Por la ironía, la caricatura y la descripción salvaje, hay mucho Galdós en Tostonazo. Pero por nada más, creo, porque Santiago Lorenzo se va por otros cerros que Don Benito ni siquiera habría podido imaginar.
Más allá de la sátira, hay una verdadera fascinación del protagonista por estos dos personajes insufribles pero extrañamente hipnóticos con los que se cruza y que ejercen de ejemplo de todo lo que no quiere ser. Fascinación, sí. Fascinación por la gente inmune a la cortesía, abonados a tiempo completo a la embriagadora tarea de estropearles la vida a los demás. Y hacerlo, para rizar el rizo, con un rebozado doble de soberbia.
"Ni ser un inútil ni ser un básico es grave en sí. Son pecados que merecen toda la indulgencia porque todos incurrimos en ellos en una u otra medida. Cometidos con la soberbia impetuosa que exhibían ambos, la cosa en cambio rechinaba mucho".
El protagonista de esta novela hilarante y rematadamente bien escrita es un chaval con la vida descosida, sin oficio ni beneficio, que un día decide, envuelto en una nube con olor a orujo blanco, que lo suyo tiene que ser el cine. Y hacer el cabra. Y arrimarse a inútiles y a simples para aprender de sus locas ruindades las maravillosas variedades del género humano. Y, por qué no, consolarse de su escaso éxito pensando que, en comparación, ser él no está tan mal.
Tostonazo es una novelita jocosa y canalla y libre. Muy libre. Libre de reírse e inventarse palabras a quemarropa. Y de afirmar que a veces lo peor de esos inútiles engreídos que se creen imbuidos de la santa misión de gobernarnos a los demás en la política, en los trabajos y en las familias, no es solo el caos y la desolación y la desesperación que dejan a su paso, sino el profundo aburrimiento que provoca su catetez. Que además de malas personas, sean un tostonazo, eso no tiene perdón de dios.
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