Hierba, la primera novela gráfica de Keum Suk Gendry-Kim publicada en español, fue uno de los libros que más recomendamos y vendimos en 2022, en cualquier género. Hacía mucho tiempo que un cómic no encontraba un público tan amplio. Tanta resonancia en tanta gente. Y la verdad es que no me extraña. Aquella historia sobre las "mujeres de consuelo" coreanas durante la segunda guerra mundial fue un prodigio de sensibilidad y hondura que ya se ha hecho con un hueco fijo e indispensable en todas las librerías que tengan novela gráfica. Y con La espera, segunda novela de la autora publicada en español, ya tiene una digna compañía.
La espera, a diferencia de Hierba, no es una historia contada desde el testimonio directo sino desde la ficción. Una ficción construida con las entrevistas que la autora hizo a varias personas que perdieron el contacto con sus familiares debido a la partición de Corea a principios de los años cincuenta, incluida su madre. La autora explica que no ha querido poner nombres y apellidos porque esas personas todavía viven, y su dolor y el de sus familiares merece un anonimato con el que protegerse. Pero la historia llega con la misma fuerza que la de Hierba, porque está hecha con la carne viva del exilio y de su pena, con la expectativa cada vez más delgada de un reencuentro que ponga fin a décadas de ausencia.
La guerra de Corea dividió la península en dos partes, y provocó cientos de miles de refugiados, que huyeron en su mayor parte hacia el sur. Estos refugiados no pudieron volver a sus hogares del norte cuando el país se dividió en dos, ni contactar de ninguna forma con sus familiares que no migraron. Y esa separación forzosa y traumática es tratada en el cómic con una delicadeza y emoción que no dejan de admirarme.
Leí este cómic de una sentada, en una hora y media de absoluta introspección. Y a cada rato le enseñaba a P. una ilustración y otra, mira, mira esta cara, estos trazos, mira qué expresión, qué belleza, cigüeñas que surcan los cielos, cada vez más numerosas, simbolizando las migraciones, abrazos de despedida, de reencuentro, abrazos soñados que calientan el corazón en las noches frías y solas más que cualquier recuerdo, aunque mañana tras mañana se desvanezcan al despertar. Separar a una familia por la fuerza es condenarlos a una vida precaria, precaria en la memoria, que nunca ceja en el intento de rellenar el vacío con los recuerdos, sin conseguirlo.
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