Mi educación universitaria fue solitaria. Tres, cuatro y hasta cinco horas diarias en soledad con mi piano, tratando de arrancar a la belleza un espejismo de perfección. Esa búsqueda de la belleza tenía un solo objetivo: la clase, en la que tocaba para el profesor; y después, el concierto, en el que tocaba para el público. Tocar para mí era el camino para tocar para los demás. Sin haberlo pensado seriamente, creo que todos los que nos afanábamos en aquellos estudios lo teníamos muy claro. La música no se podía encerrar en una sala de estudio, estaba pensada para ser escuchada, para ser compartida. Lo que no se comparte está perdido.
"Todo individuo es una parte de la humanidad, al igual que la ola es una parte del océano". Todos formamos parte de algo más grande que nosotros: una familia, un barrio, una ciudad, un país, un continente, una cultura. Una comunidad amplia de semejantes que nos enriquece y sin la cual no podemos vivir. Esta es la idea que sobrevuela el nuevo libro de Nuccio Ordine, autor de La utilidad de lo inútil, aquel célebre librito sobre esas humanidades tan castigadas por nuestra sociedad mercantilista y tan necesarias para ayudarnos a ser personas curiosas, comprometidas y felices.
También sobrevuela por todo el libro la idea de igualdad. Igualdad entre las personas frente al individualismo que nos convierte en islas solitarias, aisladas por el afán de enriquecernos a costa de los demás. Igualdad como una forma de reconocernos en los demás. Igualdad como solidaridad, como buena educación, como inteligencia capaz de ver al otro y reconocernos en sus gestos, en sus emociones y expectativas.
Vivimos en una sociedad en la que desde las instituciones se fomenta la competición y el individualismo. Los éxitos individuales se ensalzan como referentes mientras que los éxitos colectivos se desprecian. En la política es muy evidente: parece que ya no hay logros que nos beneficien a todos. Los logros de unos son el fracaso de los otros en una búsqueda insensata y miope del beneficio propio que empequeñece cualquier aspiración colectiva.
Vivimos en la era de la ansiedad por ser más que los demás, por competir para ganar, por el éxito, por la excelencia concebida como una carrera contra un mundo lleno de adversarios que ansían ser más que tú, tener más que tú. Y Nuccio Ordine bucea en sus clásicos favoritos para encontrar inspiración que nos saque de esta crisis moral en la que parece que los valores universales naufragan en un mercantilismo ciego y voraz que lo devora todo. De John Donne a Virginia Woolf, de Séneca a Montaigne, Ordine nos propone un viaje por los clásicos que defendieron la comunidad frente al individualismo, la ciudadanía universal de la solidaridad frente al egoísmo ciego y pacato del nacionalismo.
"No se puede ser feliz pensando solo en uno mismo". Lo decía Montaigne pero lo sabe cualquiera con un mínimo de sensibilidad social cuyo objetivo en la vida sea algo más que acumular poder y dinero. Lo que no se comparte está perdido.
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