Hace unos meses nos cambiamos de casa y al venir a la librería ya no paso por delante de mi árbol favorito, una acacia impresionante de unos veinte metros. Tendrás que buscarte otro árbol favorito, me dijo P. Y, afortunadamente, opciones no me faltan en el parque que nos rodea. Pero, aunque ya no la vea, escondida en su urbanización cerrada, aquella acacia gigante sigue siendo mi árbol favorito. Es un vínculo que no desaparece, que, quién sabe por qué misterios de la poesía y del afán por encontrar belleza en todas partes, llegó para quedarse conmigo.
De estos vínculos profundos habla este libro. De la poesía que habita en los árboles y nos habla cuando nos acercamos y nos atrapa para siempre en su hechizo. Es un libro en el que los árboles cantan o contienen el aliento, lloran o ríen, mientras de sus ramas alzadas al cielo caen las palabras como hojas caducas en otoño.
Los amigos de Nórdica, siempre atentos a la belleza de todo, han editado un libro precioso, iluminado con las acuarelas de Leticia Ruifernández. Setenta y cinco poemas de setenta y cinco poetas de todas las épocas y sensibilidades rinden homenaje a los árboles que detienen el tiempo. "No existe el tiempo en el bosque. Existen el color, la luz, la textura". Árboles que nos acompañan cuando las mudanzas desvían nuestros caminos y que permanecen en la memoria como recuerdos de una belleza siempre viva y cambiante.
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