lunes, 11 de enero de 2021

IRRESISTIBLE (firma invitada)

Irresistible es un ensayo que no se puede parar de leer. Lo conocimos gracias al pedido de una clienta y la premisa nos gustó tanto que le hicimos un huequito entre las lecturas de ese momento.

En esta reflexión sobre las adicciones del comportamiento, su autor, Adam Alter, psicólogo y profesor, nos muestra las claves del éxito de los videojuegos, de la tecnología vestible o de diferentes aplicaciones de nuestros smartphones para mantenernos enganchados igual que las sustancias adictivas lo hacen con quienes las consumen. De hecho, a lo largo del ensayo, en más de una ocasión se comparan algunas aplicaciones móviles con el poder adicto o de la heroína.

Si pasamos horas pendientes de nuestro correo electrónico, o tratando de pasar de nivel en nuestro videojuego favorito, no se trata de una mera casualidad. Detrás de nuestra adicción hay mucha investigación del comportamiento para mantenernos ahí y ocupar buena parte de nuestra vida en una ilusión de socialización que no es más que eso.

Alter dedica la segunda parte de su ensayo a enumerar y explicar qué ingredientes son los esenciales para “diseñar” una experiencia adictiva, entre los que se encuentran los objetivos, las recompensas, la interacción social o el progreso. Ya nos advierte en el prólogo de que los grandes creadores de “experiencias adictivas” son los primeros en no consumirlas ni dejárselas consumir a sus hijos e hijas. Como dirían nuestras abuelas: “quien evita la ocasión –yo diría la tentación–, evita el peligro”.

Este libro me ha hecho recapacitar sobre el uso abusivo que hacemos de los diversos dispositivos tecnológicos que el mercado pone a nuestro alcance para ayudarnos a vivir vidas más cómodas -contadores de pasos o calorías, correo electrónico, pequeños videojuegos que nos ayudan a desconectar–. Alter cita un estudio en el que se concluye que buena parte de los usuarios de esta tecnología no son capaces de estimar el tiempo de uso que hacen de ella y tienden a pensar que la utilizan la mitad del tiempo que en realidad emplean. Haz la prueba. Yo la hice y me sorprendí tanto que decidí dejar por unos días mi propia cuenta de Instagram e indagar en aquellos mecanismos tecnológicos en cuyas redes (nunca mejor dicho) me he dejado atrapar. 

Afortunadamente, también el autor, en la última parte de su ensayo, da pistas para aprender a hacer un uso responsable de la tecnología y evitar caer en la necesidad de las clínicas de desintoxicación tecnológica, cada vez más extendidas por nuestro enganchadísimo y "ultratecnologizado" Occidente.

Este ensayo puede ser el mejor empujón para poner en práctica uno de los más repetidos propósitos de nuevo año: pasar menos tiempo enganchados a las redes sociales y más a las relaciones sociales del contacto directo, las de las miradas a los ojos y la sonrisa sin pose. Ahora bien, ¿estamos realmente decididos a dar el paso?



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