lunes, 23 de enero de 2017

LIBRERÍAS

Escribe Jorge Carrión que las librerías son "embajadas sin bandera, máquinas del tiempo, caravasares o páginas de un documento que ningún Estado puede expedir".

Durante las pasadas fiestas navideñas, como siempre sucede, ha venido mucha gente a nuestra librería que nos ha dejado huella. Con sus elecciones o sus búsquedas, con su forma de regalar libros (que a veces es una forma bonita e inconsciente de desnudarse por dentro), con su forma de discrepar ante una recomendación o de dejarse convencer alborozados y a ciegas por lo último de un autor que no conocen. Gente que a menudo nos descubre tesoros que no conocíamos y que viene a la librería a llevarse algo más que un libro: una idea, un sueño por cumplir, un reto, la promesa de volver para darnos su opinión. Para esa gente está escrito este libro, para los que preguntan y se interesan y saben que las librerías son mucho más que simples supermercados de libros, para los lectores que prefieren profundizar a picotear, para los viajeros que eligen conocer un lugar en vez de bombardearlo de fotos. Para ellos, para los que ven las librerías como lugares donde perderse, como mitos, imanes, monumentos, atractivos turísticos, lugares de peregrinaje semanal o simples hogares cotidianos donde sentirse bien y pasar un rato cálido curioseando y tocando con la punta de los dedos todas las historias desconocidas que quieren que les pertenezcan. Para ellos (para nosotros) Jorge Carrión ha escrito este libro. 

Las librerías, las de verdad, se definen por lo que no tienen y por lo que recomiendan. Son el reflejo de una actitud ante la vida, de un compromiso o de un posicionamiento, y por lo tanto, su presencia y su función en la sociedad son políticas, además de culturales. Por su estética, su fondo y su selección de novedades, son el reflejo de lo que significan los libros para los libreros que la dirigen: contemplación, diversión, pasatiempo, erudición, introspección, compromiso, exaltación, significados todos ellos que deben primar sobre su posibilidad de venta. Cuando una librería veta un libro porque no se vende lo suficiente está dejándose vencer por la dictadura del mercado, anteponiendo su bolsillo a su diversidad. 

Las librerías se definen por lo que no tienen. Por su espíritu de resistencia. Resistencia contra el mercado, contra lo simple, contra los dogmas, contra la ortodoxia, contra las imposiciones, contra las censuras. Las librerías son el escaparate de una conciencia humana que elige ser como es a través de los libros que promueve. Y de los libros que rechaza. Las librerías son uno de los símbolos más claros de la democracia y de la libertad de expresión. Por eso, tener siempre disponibles en las estanterías libros que han sido perseguidos y prohibidos a lo largo de la historia (como El amante de lady Chatterley, Lolita, Ulises, Los versos satánicos o Gomorra) es una simple cuestión de principios: los libros no se prohíben, aquí estamos los libreros para defenderlos. 

Hay gente, como Carrión, que va a una librería y la olfatea antes de entrar, como un gato hace con cualquier mano extendida que se le acerca. Y cuando decide que sí, que se fía del olor y entra, está aceptando que la librería extienda sus dedos y le toque, le acaricie e, incluso, le zarandee. La gente nos toca. Nosotros les tocamos. Cuando una librería extiende sus libros y te toca, sabes que vas a volver y que el libro que te has llevado no es sólo ya ese libro: es la caricia, el bagaje de la experiencia, el caravasar, la máquina del tiempo.

El libro de Carrión es un homenaje fascinante a las librerías. A las que todavía aspiran a ser viajes donde los lectores se pierdan y de los que regresen cambiados. Un homenaje y un revulsivo para seguir compartiendo huellas: las que nos dejan, las que dejamos.



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